Día 3

      

El 12 de abril los paramilitares que seguían en la zona de Río Mina encontraron los pueblos abandonados, y eran muy pocos los habitantes que se encontraban en sus casas, pues se habían enterado de que los paramilitares venían a acabar con todo y que contaban con muy poco tiempo para desalojar el lugar, de lo contrario serían asesinados.

A su paso los paramilitares se encontraron con José Manuel Mina Caravalí, un afrocolombiano quien se había devuelto a buscar sus pertenencias al caserío Río Mina. Cuentan que cuando le ordenaron que se fuera, Mina Carabali no quiso atender las órdenes entonces un paramilitar lo tiró al piso boca abajo, le puso un pie en la espalda y le dio tres tiros en la cabeza.

{youtube}jiMKRCwmdmY|250|25|true{/youtube}Algunos campesinos se atrevieron a regresar a sus casas a buscar algunas de sus pertenencias y a lo largo del único camino, que sirve de entrada y salida de la región, los sobrevivientes empezaron a encontrar restos de personas que habían sido asesinadas y en algunos casos lanzados a los precipicios y a las aguas del Naya. Mas de 4 mil personas se desplazaron. (Crónicas del Cauca III parte)

Las personas que no alcanzaron a huir les tocó internarse en la selva. Varios testimonios recogidos por un periodista del programa radial Crónicas del Cauca, dan cuenta de las dificultades que tuvieron que sufrir como aguantar hambre y frío ya que no podían prender ningún tipo de fuego para no delatar su escondite. Mientras tanto, los paramilitares saqueaban las casas e incendiaban los pueblos. (escuchar audio Crónicas del Cauca III parte)

Aunque en los reportes oficiales hay muy pocos casos sobre este tercer día de la incursión, se presume que la cantidad de víctimas para ese entonces ya superaba los cien.

Sobre el puente entre Río Mina y El Placer, los paramilitares asesinaron a N.N. Serna Quina, de quien solo se pudo recuperar el cráneo que tenía un orificio de bala.

Ya en ese tercer día los paramilitares llegaron a la vereda de El Placer, en la vía que conduce a Buenaventura, donde no encontraron ninguna familia. Allí quemaron las casas de Evelio Yule y su hijo, también agricultores.