Enemigos íntimos

      

Esta historia de dos grandes amigos, casi hermanos, que se volvieron grandes enemigos, sucedió en San Luis, un municipio de 12 mil habitantes, campesinos humildes que aún viajan en mula y viven de vender en el pueblo la panela, el blanquiao, y los plátanos artones. El paisaje de fondo es el verde y templado Oriente Antioqueño, cruzado por ríos potentes que nacen en las montañas y van a dar al ardiente Magdalena Medio colombiano.



Guillermo Zuluaga Ceballos para Verdadabierta



Un paraíso, cuando se mira de lejos.






En 2001, dos viejos amigos, uno paramilitar y el otro guerrillero, se secuestraron sus familias en medio de la guerra por el oriente de Antioquia. Montaje SEMANA

Pero hace tiempo que no ha habido paz allí. Desde que los protagonistas de este relato eran niños, por allá al comienzo de los años ochenta, empezaron a aparecer asesinados los primeros líderes cívicos y de izquierda. De alguna manera eran las víctimas de una venganza de los narcotraficantes Escobar y Ochoa, quienes por el secuestro de una hermana de últimos, crearon el tenebroso Muerte a los Secuestradores, que después sirvió de etiqueta a los primeros paramilitares antioqueños que la gente conocía como ‘Masetos’.


“En San Luis asustaban mucho ‘Los Masetos’. Mataron gente buena. Eran una sombra siniestra. Eso hizo que muchos jóvenes semetieran a las guerrillas”, explica Juan Alberto Gómez, del Observatorio de Paz del Oriente Antioqueño y periodista oriundo de esta localidad.


Una guerra trajo la otra, y luego de que los ‘Masetos’ mataran a Carlos Alirio Buitrago y a sus jóvenes amigos inocentes en Estación Cocorná, muchos muchachos de izquierda, que se sentían temerosos y perseguidos por sus ideas, se refugiaron en la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional que hábilmente creó el frente con el nombre del joven asesinado, precisamente allí en San Luis. ‘Elenos’ y ‘Masetos’ se enfrentaron para quedarse con el Oriente Antioqueño. Los primeros derribaban torres, extorsionaban y secuestraban en nombre de la Revolución; los segundos extorsionaban y mataban civiles en nombre de la Antisubversión.


Después, en los noventa las cosas se complicaron más. Llegaron las guerrillas de las Farc, y el paramilitarismo renació más brutal, si se quiere, bajo las órdenes de otro campesino de la región Ramón Isaza y de su yerno, conocido con el nombre del personaje de televisión McGuiver, quizás porque se parecía.


Algunos ‘Elenos’ se volvieron de las Autodefensas, sobre todo después de que las Farc hicieran una toma armada en diciembre de 1999, que dejó centenares de víctimas, y el ELN asesinara a cinco conductores en diciembre de 2001. Además porque los paras pagaban bien.


“Muchachos pobres, respaldados en sus grupos, podían caminar más tranquilos en la zona urbana, en elegantes vehículos, conquistar lindas niñas”, dice el periodista Gómez.


En ese ambiente crecieron los hombres de esta historia. José Luis Mejía, cuyo nombre de guerrillero del ELN luego fue ‘Byron’ y Luis Eduardo Alzate, a quien las Autodefensas del Magdalena Medio le dieron el nombre de ‘Julio’.


El guerrillero






En San Luis, Se temía que al matar uno de los secuestrados se desatara una venganza de parte y parte. Foto Guillermo Zuluaga.


Don José Alzate fue uno de los secuestrados por el ELN. Foto Guillermo Zuluaga.

José Mejía nació en el campo, en La Holanda, una vereda del municipio de San Francisco, limítrofe con San Luis. Mientras era estudiante fue compañero de Luis Eduardo Alzate, quién después se volvería su enemigo, el paramilitar. Terminó de estudiar, trabajó un tiempo en la fábrica de Cementos Río Claro, y renunció para irse de arriero a la finca de sus padres, que quedaba en el mismo camino de la casa de los Alzate. “Por ahípasaba a caballo, comía, tomaba claro, salía como uno más de la casa”, recuerda Marleny Alzate, hermana de Luis Eduardo.


“José Luis voleó rula conmigo, desrastrojando monte, y muchas veces le di y le presté plata”, cuenta don José Alzate, padre de Luis Eduardo.


José comenzó a alternar su vida en el campo con actividades políticas. Fue elegido concejal de San Luis, y tuvo como compañero al propio Ramón Isaza, quien luego se volvió gran jefe de las Autodefensas del Magdalena Medio y de quien fue amigo por el tiempo que fue su vecino.


En esos mismos caminos que unían veredas limítrofes entre San Luis y San Francisco, José conoció a Consuelo Mejía, estudiante de bachillerato y prima de los Alzate. Pasaba por el frente de su casa, arreando caballos hacia su finca.


“Ahí nos conocimos. Yo le daba limonada y se quedaba charlando conmigo. Me enamoré perdidamente de él. Era muy responsable pues su papá era ciego y él se hizo cargo de él, pues la mamá no vivía con ellos”, cuenta Consuelo. Al año de noviazgo, el 12 de junio de 1987 en unas vacaciones del colegio se casaron.


Una tarde, José, angustiado, le contó a Consuelo que unos hombres habían ido a buscarlo a él y a un muchacho de la vereda. Al otro lo encontraron y lo mataron. Eran los años en los que los ‘Masetos’ se dedicaron a perseguir a los jóvenes de izquierda que, como José, querían participar en política.


El viejo Alzate, padre de Luis Eduardo, sabía que a José lo estaban persiguiendo. “Me van a matar, me decía. Fui y hablé por él con Ramón Isaza (el jefe paramilitar) para salvarlo, y él me dijo que si se entregaba le iba bien”.


Pero José Mejía no quiso. Prefirió fugarse a Montería. Consuelo recuerda la fecha exacta porque ella tenía tres meses de embarazo, el 2 de febrero de 1988. Dijo que mandaría después por ella, pero sólo volvió a saber de él cuando su hijo tenía seis meses. Le mandó razón de que los bautizara Camilo. Ella le hizo caso.


José vivió cinco meses en Montería y después tres, en La Dorada, donde su mamá, y después dijo que tuvo que meterse al ELN para salvar su pellejo. Consuelo tiene dudas. “¿Si fuera por eso, por qué no se quedó en Montería?”, dice.


Como José se fue al monte desde muy joven, son muy pocas las referencias suyas en su pueblo. Quienes lo conocieron dicen que era un campesino ilustrado, que sabía sobre las actividades agrícolas y se ganó el aprecio de los pobladores. También por eso, cuando ya se llamaba ‘Byron’ y eran ‘Eleno’ de tiempo completo, ascendió rápido. Dicen, sin que se pueda comprobar, que cometió muchos excesos con sus subordinados.


El viejo Alzate lo vio una vez, ya cuando José era guerrillero. “Me lo encontré en un potrero. Charlamos un rato, de política, de la vida”. Quizás le preguntó por su hijo, su amigo Luis Eduardo.


El paramilitar


Luis Eduardo Alzate era el quinto de siete hijos del viejo Alzate y su esposa Débora. Estudió en el mismo colegio que José Mejía y fueron amigos. Recién graduado se metió a la Policía. Pero se tuvo que retirar cuando, mientras trabajaba en Medellín, Pablo Escobar empezó a pagar recompensas a quienes mataban policías. Se regresó a la finca de sus padres, con su esposa y sus tres hijos y cortaba madera.


Luego fue inspector de policía y vigilante de Cementos Río Claro. Siguió siendo amigo de José, ahora alias ‘Byron’. Luis Eduardo le hacía favores, entregaba encomiendas y razones, y también le llevaba a su hijo Camilo al monte. Marleny Alazate, hermana de Luis Eduardo, dice que se acuerda un día que ‘Byron’ llamó a su hermano, y ahí supo que algo tenían juntos.


Por esa amistad un poco clandestina con el guerrillero, los paramilitares amenazaron a Luis Eduardo. Su papá tuvo que ir a hablar con ‘MacGuiver’, el yerno de Ramón Isaza para decirle que no le hicieran nada. Éste le ofreció ingreso a las Autodefensas. Luis Eduardo no quiso.


Como estaba en la guerrilla, ‘Byron’ ya no vivía con Consuelo, pero como ésta era prima de Luis Eduardo Alzate, la cercanía entre las dos familias siempre se mantuvo.


De pronto un día, sin que nadie pueda explicar por qué, la amistad entre José y Luis Eduardo se rompió. El primero secuestró al segundo durante 32 días. Lo tuvo amarrado y maniatado, según cuenta su papá, el viejo Alzate. Algunos dicen que ‘Byron’ quería que su amigo Luis Eduardo se quedara en la guerrilla, y éste, que no gustaba de guerra, no quiso. Lo soltaron, pero temía por su vida.


Por eso, Luis Eduardo, terminó aceptando la oferta de ‘MacGuiver’, y, por miedo, se metió a las autodefensas. Por esas paradojas de la guerra, ahora era Luis Eduardo quien ingresaba a un grupo para defenderse del otro, igual que una década atrás había tenido que hacerlo José Mejía.


“Luis Eduardo se metió a la guerra y no sabemos por qué, cuando mis padres lo dieron todo: un ejemplo de vida. No se entiende”, dice Marleny.


Hay otras explicaciones de por qué Luis Eduardo se metió a paramilitar. Era ambicioso y pasional. Y finalmente vio una oportunidad de hacer dinero en la guerra. Como conocía bien a varios ‘Elenos’, consiguió que muchos de ellos se pasaran a las Autodefensas, y se ganó la confianza de Isaza y de ‘MacGuiver’. Les ofrecía dinero a los del ELN para que se pasaran de bando, cuenta el periodista Gómez, quien asegura que fue Luis Eduardo, convertido en el paramilitar ‘Julio’ el verdadero responsable de la derrota del ELN en el Oriente Antioqueño, y no los militares, como se cree.


Muy adentro, cada uno, de sus grupos, Byron’, como segundo comandante del frente Carlos Alirio Buitrago del ELN, y ‘Julio’, como comandante de las Autodefensas en San Luis, la guerra entre los antiguos amigos y cómplices se tornó brutal. Ni siquiera respetaron a las familias.


El secuestro de los viejos


El miércoles 9 de mayo de 2001, a eso de la seis y media de la tarde un grupo de hombres armados llegó hasta la vivienda de don José Alzate, el papá del paramilitar ‘Julio’, en la vereda Tulipán. Le preguntaron a su esposa por él.


-Afuera lo necesitan, le dijo doña Débora a su marido.


El viejo Alzate salió. “A mi casa arrimaba todo el mundo, porque comida no se le negaba a nadie”, recuerda hoy este abuelo de 81 años mientras se toma un café. Por eso no se asustó aquella tarde cuando lo llamaron. Tampoco, cuando vio que eran guerrilleros, los conocía desde niños. Sí se sorprendió cuando le dijeron que viniera con ellos.


-El comandante ‘David’ lo necesita.


-Que venga él, contestó don José, con la autoridad que le daban sus años. Pero luego se fue con los guerrilleros y a las cuatro cuadras se encontró con que otros hombres llevaban a su hijo, Héctor, quien era limitado físicamente. Después vio pasar llorando a su viejita. Eso sí le dolió más.


Los jóvenes armados también se conmovieron viéndola y por eso dejaron que los viejos volvieran a su casa, pero se fueron con Héctor. Pero al otro día volvieron y esta vez, sí se lo llevaron y hicieron caminar cuatro días, hastallegar a un campamento.


-Yo mandé por usted, le dijo ‘David’.


-¿Para qué?, dijo Alzate.


-Son cosas de la guerra, dio por toda explicación.


A los ocho días, recogieron a doña Débora. “Un muchacho que tomaba mazamorra en la casa fue por mamá”, dice con ironía, Marleny Alzate.


“Sentí una cosa rara cuando vi a lo lejos, en el camino, ese sombrero alón que manteníamos en la casa. Casi me da un infarto cuando vi que me tenían a la viejita”, cuenta hoy el viejo Alzate.


Pese a la zozobra de un secuestro, cuentan las víctimas que desde que los retuvieron, los guerrilleros los trataban muy bien. Estaban en manos de la temible Carlos Alirio Buitrago, pero el subcomandante, ‘Byron’, los conocía de toda la vida y había sido casado con su sobrina, Consuelo.


“Un día, ‘David’ me pidió que llamara a Alfonso, otro de mis hijos. Le marqué y empezaron a insultarse”, cuenta el viejo Alzate.


El secuestro de los dos ancianos y su hijo con problemas físicos era el primero de varios capítulos de odio entre ‘Byron’ y ‘Julio’. El segundo era el responsable de robarle militantes al primero. ‘Byron’ reviró con lo peor: secuestrarle a los padres a ‘Julio’.


“Fue una guerra de egos entre ellos, para demostrar quién era el más fuerte”, dijo después Marleny Alzate, intentando explicar cómo llegaron a esos extremos.


Esa semana, Consuelo, la ex mujer y mamá del hijo de ‘Byron’, quien también era prima de ‘Julio’, fue a la casa de Marleny a preguntarle por sus tíos.


-Marleny, tengo miedo que se metan con Camilo, mi niño, dijo Consuelo.


-Yo no creo que Luis Eduardo, mi hermano, haga eso, le respondió tajante.


Pero Marleny tenía dudas y pasó esa noche muy intranquila. “A las cinco y cuarto no me aguanté y pasé a decirle que me entregara al niño para protegerlo”.


Se llevaron a Camilo


-Consuelo ya se fue a trabajar al hospital, me dijo su hermano Jairo, cuando le abrió la puerta.


-¿Tan temprano?


-Mentira, al niño se lo llevaron y ella se fue con él, dijo.


Aquel 12 de mayo de 2001, a las dos de la madrugada, cinco hombres armados, vestidos de civil llegaron a la casa de Consuelo, que en realidad pertenecía al propio ‘Julio’ y le dijeron que el jefe paramilitar mandaba por el hijo de ‘Byron’. Camilo tenía 12 años. “Yo me fui con ellos”, dice Consuelo.


Días antes los paramilitares de ‘Julio’ también habían secuestrado a un hermano y a una hermana de ‘Byron’ y a un amigo que por casualidad estaba con ellos; su ex mujer, su hijo y dos hermanos y un amigo, un botín de cinco personas que le haría contrapeso a los tres familiares que le tenía ‘Byron’ a ‘Julio’.


Los llevaron al corregimiento de La Danta, y de allí diez hombres los custodiaron a una finca.


-Vea prima…, intentó explicarle ‘Julio’ saludándola con familiaridad.


-Usted y yo cómo hemos sido de buenos amigos, y ¿hacerme esto?, le respondió ella furiosa.


-Más que a nadie, le consta que yo no lo hubiera hecho.


-Me parece muy cochino de su parte.


Según Consuelo, esa mañana desahogó toda su rabia. ‘Julio’, como queriendo desentenderse del asunto, la mandó a hablar con MacGuiver. Él le explicó que la tenían que dejar porque era la forma de preservar la vida de sus familiares.


La guerra sucia no paró allí. ‘Byron’, buscando tener mejores armas para una eventual negociación, también secuestró al papá de MacGuiver y a Iván Padilla un cuñado de éste jefe de las Autodefensas.


“Eso se complicó mucho y ninguno de los dos quería ceder, recuerda Marleny, sus sobrinos tuvieron que huir, su marido renunció al puesto en San Luis y a ella que estaba embarazada, la sacaron en ambulancia hasta Rionegro.


Presas de guerra


Desde el primer día en cautiverio, Consuelo buscó una forma de manejar el miedo y resolvió cocinarles. Y después logró que le quitaran las cadenas a la hermana de ‘Byron’ y la dejaran ayudarle a preparar las comidas. “Al hermano sí lo ultrajaron mucho”, dice Consuelo.


A unos 40 kilómetros de allí, en otro extremo de San Luis, don José Alzate, papá de ‘Julio’, fue ganándose un espacio entre sus captores. Les explicó del Plan Colombia, el proyecto ideado y financiado por Estados Unidos para ayudarle a Colombia a derrotar al narcotráfico, que recién comenzaba. Estaba extrañado de la ignorancia de los guerrilleros y les contó del Ché, de Bolcheviques, Mao y Tito en Yugoslavia –“el único que ha cumplido las normas comunistas” les dijo.


A los viejos Alzate no los trataron mal. Cuenta don José que si llegaba comida al campamento, primero era para ellos y cuando debían desplazarse les daban las mulas.


Don José también aprovechó que le prestaban atención para cuestionarles el secuestro como método de guerra: “Cómo así que están a favor de la población civil, de los campesinos y secuestrando: ¡Con esto ustedes pierden puntos!”.


También doña Débora, como antídoto para el aburrimiento y la zozobra del encierro, optó por su propio mecanismo de defensa y ayudaba a lavar ropa en la quebrada.


“Yo estuve con ellos durante cinco días. Veía a los viejos que se la pasaban hablando, oyendo misa y rezando el rosario”, cuenta William Ospina, ex alcalde de Sonsón, quien estuvo secuestrado por el ELN durante 22 días, acusado de paramilitares en la zona urbana de su municipio.


Aunque las condiciones fuesen tolerables, pasaban los días y ninguno aflojaba. Las familias Alzate y Mejía temían porque el peligroso juego terminara en una tragedia para todos. Ese año fue el peor de la sangrienta guerra entre guerrillas y paramilitares en el Oriente Antioqueño que hasta 2002 llegó a sumar 30 mil víctimas civiles, entre desaparecidos, mutilados por la minas, desplazados, secuestrados y muertos.


“¿Ustedes, entre familiares, se van a matar?”


Al fin, como a los veinte días, liberaron al viejo Alzate. Su liderazgo le sirvió para que lo soltaran a ver si llegaba a un acuerdo con MacGuiver. “Pero él me dijo que no había negocio, mientras nos los largaran a todos. Yo no sé porqué, MacGuiver fue tan intransigente conmigo”.


Las autodefensas intentaron una salida similar, y dejaron ir a Consuelo, también como a las tres semanas, para ver si hablando con su ex marido ‘Byron’, lograba algo. “Me dieron 200 mil pesos y me indicaron que lo ubicara por Cocorná”, cuenta Consuelo.


Don José Alzate se reunió con el Consejo de Conciliación, grupo de sanluiseños organizado a mediados de los años 90 para mitigar un poco la intensidad del conflicto en esta zona.


“Los del Consejo éramos bien recibidos en todos los grupos y en esos días teníamos contacto con Luis Eduardo (‘Julio’), –recuerda Jesús Giraldo, miembro del Consejo–. Si matan a uno, matamos a todos, decían desde los dos grupos”.


Cuando supo que salió libre, Alfonso, hermano de ‘Julio’, fue hasta la casa de Consuelo. La humilló, le dijo que “a Camilo lo iban a mandar en pedacitos para que José (Byron) se lo comiera”.


El viejo Alzate y Consuelo, los rehenes de los bando contrarios, finalmente unieron esfuerzos. Al fin yal cabo lo dos tenían el mismo fin. Ella le ayudó a don José Alzate conseguir la droga para enviarle a su mujer y juntos buscaron a ‘Byron’.


Los miembros del Consejo de Conciliación, veían las posiciones de los enemigos armados cerradas a la banda. Aún así intentaron convencerlos de desistir. “¿Ustedes, entre familiares, se van a matar?”, les preguntábamos, cuenta Giraldo.


Consuelo anduvo por San Francisco, buscando a ‘Byron’ y un jefe del ELN, le dijo que hablara con la Cruz Roja, que ellos sabrían qué hacer.


“Regresé donde MacGuiver y me dijo que aún no había negociación y que me devolviera. Me vine para la casa a sufrir .Quedé como loca, traumatizada. Yo pensé que a Camilo lo dejaban allá”, cuenta Consuelo.


También don José Alzate después de hablar con Mac Guiver se devolvió a hacer contacto con sus captores del ELN, pero no lo devolvieron a su casa. Su familia creyó que se iba a morir de la angustia, pues nada que le liberaban a su viejita. Como Consuelo, fue a la Cruz Roja. Nada pasaba.


Cumplieron su palabra


Más personas de San Luis contactaron a la Cruz Roja. Ésta contactó a las partes y las negociaciones sobre cómo y dónde liberarían a los cautivos de ambos bandos se encaminaron, cuenta un funcionario de Medellín que prefiere ocultar su nombre. “Aunque eran actores que se odiaban a muerte, fueron muy serios”, explicó.


Para el ex alcalde de este municipio, Hernando Martínez, los salvó los lazos afectivos que los unía pese a todo. “Una partecita de redes afectivas históricas que los ataban no se rompió del todo”.


Con un poco más de pragmatismo, Consuelo Mejía explica aquella encrucijada: “Para cualquiera de las partes matar a alguno de los retenidos era matar a un familiar”.


Cuando la Cruz Roja vio la sinceridad y los deseos de solucionar el secuestro, montaron la logística para la liberación y definieron los lugares para ello. Acordaron soltarlos en zonas boscosas.


Con total hermetismo, el domingo 20 de junio de 2001, iniciaron el proceso. La Cruz Roja tenía las coordenadas y recibió el respaldo de la Gobernación de Antioquia que prestó el helicóptero y entonces algunos funcionarios viajaron a la zona para realizar la verificación. La liberación entonces fue cuestión de horas.


A doña Débora y a Héctor los entregaron cerca de la Autopista Medellín Bogotá, en un paraje limítrofe entre San Francisco y Cocorná.


“Cierto abuela que usted nos va a seguir dando clarito”, la despidió un guerrillero con cierto cinismo. Doña Débora tomó rumbo hacia su finca pero sus familiares la enviaron para Medellín.


“Yo estaba en Medellín cuando me llamaron de la Cruz Roja. ¡Qué felicidad tan grande que me tuvieran a la viejita y a Héctor!”, recuerda el viejo Alzate, quien esa misma tarde se reunió con ellos.


A Consuelo, la noticia de la entrega de Camilo la tomó ese día en el bus regresando de Medellín. La Cruz Roja recibió a Camilo, en la vereda La Josefina, y lo llevó a San Luis, donde fue recibido por sus abuelos. Por la noche se reencontró con él.


Los familiares de ‘MacGuiver’ retornaron a San Francisco y los familiares de ‘Byron’ salieron hacia Medellín.


Siete años después…


Después del secuestro, don José y doña Débora Alzate estuvieron por unos días en casa de una de sus hijas en Medellín. “Me fui de huida para Doradal. Me dio miedo que nos mataran. Allá tuve un pedacito de tierra. Puse hojas de cinc para dormir, luego ranchito y organicé potreros”. Allí vivió por un tiempo. Sin embargo pudo más el amor por la tierra y regresó a la zona a la que siempre ha pertenecido. Desde hace un par de años tiene una finca en la vereda La Josefina. “Allá estoy con la viejita, solitos, pero nos visitan mucho los hijos”.


Su hijo Luis Eduardo (‘Julio’) siguió con su grupo paramilitar y en 2003, salió una madrugada desde la La Unión hacia el Magdalena Medio y desde ese entonces, su familia no tiene razón de su paradero. La Policía abatió a Alfonso, otro hijo menor que Luis Eduardo. Don José cuenta cómo se siente hoy: “La muerte del hijo y la desaparecida de Luis Eduardo… al principio ni dormía, pensando nada más en eso. La viejita está bien, gracias a Dios, aunque llora mucho por cualquier cosa”.


Marleny Alzate, aunque acompaña el dolor de sus padres, dice que desde que desapareció Luis Eduardo, pudieron volver a San Luis a vivir tranquilos. “Todos salimos como de ese encierro”.


Consuelo cuenta que si bien Camilo se salvó, el secuestro lo afectó. Se retrasó en sus estudios, y siempre se sentía inseguro. Ella lo envió a donde un familiar en Barranquilla. “No se adaptó por allá y entonces me lo traje”. Camilo se quedó en San Luis. La gente le decía que se fuera, pero ella se quedó y aún hoy trabaja en el Hospital Municipal.


Quienes fueron secuestrados gozan de una relativa calma, que no ha sido la misma de sus victimarios. A este par de hombres a quienes los unía “su espíritu mesiánico”: ambos querían salvar a su región, desde la Revolución el uno, y liberándola de la plaga de la Subversión, el otro, como también su amor desmedido por su tierra -como antioqueños que se respeten-, también los unió el infortunio.


El papá de Camilo, el guerrillero ‘Byron’, fue capturado en el 2005 en Manizales y espera por su condena en una cárcel de máxima seguridad en Bogotá. Consuelo, olvidando todos los problemas que le ha causado ser su ex esposa, al enterarse de su captura, fue a visitarlo a la cárcel.


Don José Alzate también olvidó ya lo sufrido y no le guarda rencor a ‘Byron’. “Lo tengo perdonado. Entiendo que lo del secuestro fueron cosas de la guerra y si me lo encontrara a José Mejía charlaría con él -dice convincente y hasta exaltado- . Pero está lejos”.


Consuelo rememora que unos meses después de lo acontecido, ‘Julio’, fue a su casa a disculparse.


-Primita, ¿usted me tiene miedo?, le preguntó con naturalidad.


Como ella no respondió, Luis Eduardo volvió a la carga con una sonrisa:


-Pues entonces, si no, venga y regáleme tinto con arepa.


“Si volviera a pasar muchas arepas más me le daría”, dice Consuelo, siete años después, en la sala de su casa. “! Imagínese que hasta le mandó saludes a Byron, que él lo quería mucho!”.