Las Palmas, un pueblo que no se olvida

      
Un grupo de 700 familias desplazadas por los paramilitares en los Montes de María se unió para exigir verdad, justicia y reparación. Le entregaron a la Fiscalía los formularios para que sean reconocidos como víctimas.

El 28 de septiembre de 2010 los palmeros realizaron un acto simbólico en contra del olvido por la tragedia que vivieron hace once años en su pu

Once años después de que los paramilitares asesinaran a varios de sus familiares y los despojaran de sus tierras, 700 familias de Las Palmas se unieron para presentar su caso ante el Estado y exigir que sean reconocidos como víctimas.

El martes 28 de septiembre de 2010, el mismo día en que once años atrás fueron despojados de sus tierras, 50 familias del pueblo le entregaron a la Fiscalía 700 formatos de crímenes contra ellos y sus vecinos. El documento es el primer requisito para registrarlos en el sistema de Justicia y Paz.

“Este es un símbolo de nuestro desplazamiento, ocurrido el 28 de septiembre de 1999, cuando muchos paisanos derramaron su sangre para que Las Palmas no quedara en la impunidad. Somos una comunidad que no se ha perdido en el anonimato. Queremos decirle al Gobierno que estamos presentes, que somos gente humilde, trabajadora y de paz”, dijo uno de los líderes durante el acto simbólico de entregade formatos a la Fiscalía.

Luis Gilberto Caro, uno de los líderes, contó que se organizaron en 2009 cuando algunos palmeros residentes en Bogotá solicitaron asesoría del Centro de Atención a Víctimas de Violencias y Graves Violaciones a los Derechos Humanos, Cavidh. “Las 120 familias que vivimos aquí aprendimos a llenar el formato para enseñarle a los demás palmeros”, comentó.

Jimmy Hamburguer, Miguel Caro y Ricardo Reyes, también líderes de los desplazados, fueron los encargados de llevar los formularios a San Jacinto, El Carmen, Cartagena, Barranquilla, Montería, Riohacha y Bogotá, donde están refugiados la mayoría de sus paisanos. “Los desplazaron los hombres del Bloque Héroes de Los Montes de María. Se los entregaremos al Fiscal para que investigue y documente lo que ocurrió”, dijo José Ignacio Jaimes, asesor de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía.

Después de cantar el himno nacional, guardar un minuto de silencio por sus muertos, elevar una oración y decir en voz alta los nombres de sus familiares asesinados, los palmeros solicitaron a la Fiscalía su deseo de saber la verdad y poder regresar al pueblo.

“Me comprometo a que si hay más víctimas en Las Palmas estaremos allá. Si tienen desaparecidos, estamos dispuestos a practicarles las pruebas de perfilamiento genético para buscar a sus familiares”, comentó Jaimes.

Los palmeros no saben por qué los desplazaron. Mientras la Fiscalía investiga y les da una explicación, la comunidad quiere que el país conozca su historia.

La violencia en Las Palmas
Las Palmas es un corregimiento incrustado en Los Montes de María, a 15 kilómetros de San Jacinto (Bolívar). En 1999 estaba poblado por 500 familias, que habitaban 400 casas y vivían de la comercialización del tabaco, maíz, yuca y ñame.

 
El pueblo no olvida a sus muertos. Durante la marcha exhibieron carteleras con sus nombres.  

Su tragedia llegó a finales de la década de 1980, cuando guerrilleros del Epl comenzaron a extorsionarlos y a reclutar jóvenes. Tras su desmovilización en 1991, el Frente 37 de las Farc rondó por la zona y asesinó a Eustaquio Sierra y a Luis Felipe de Ávila. Ellos fueron las primeros víctimas porque, en Las Palmas aseguran sus nativos, “la gente se moría de vieja o de enfermedad.”

Luego, en 1994, los paramilitares, más conocidos como los ‘mochacabezas’, llegaron poniendo un retén entre Las Palmas y Corralito, un sitio obligado para el paso de los campesinos. “Los paramilitares se hicieron pasar por guerrilleros. En ese lugar mataron primero a Segundo Caro y luego a su hermano Álvaro Rafael Caro, cuyo cuerpo nunca se encontró”, recordó un habitante.

Los siguientes años fueron de terror. Los palmeros recordaron que los paramilitares tenían un modus operandi que utilizaba a los niños como carnada. A cualquier hora y mientras los adultos trabajaban en las parcelas, los ‘paras’ entraban a la escuela Juan XXIII, les escribían “sapos” en el tablero y los obligaban a salir a la plaza principal.

“Allí los retenían hasta cuando los adultos se presentaban con cédula en mano, los buscaban en una lista y seleccionaban a sus víctimas. Así mataron a Alberto Castillo. Los tipos tenían a Édgar, al hijo, y cuando Albertico llegó, lo mataron en la plaza en frente de todos”, dijo Luis Gilberto Caro, que le compraba cerdo a quien era uno de los comerciantes del pueblo.

Después asesinaron a Abelardo Caro y a Gregorio Fontalvo Arroyo (papá)y Gregorio Fontalvo (hijo). El pueblo no resistió más el 28 de septiembre de 1999, cuando los paramilitares asesinaron el mismo día a cuatro habitantes y amenazaron a toda la comunidad de una próxima masacre.

El desplazamiento
Ese 27 de febrero los paramilitares llegaron temprano, de nuevo raptaron a los niños de la escuela y los llevaron a la plaza principal. Acusándolos de guerrilleros, frente a niños y mujeres asesinaron a Tomás Bustillo, Rafael Sierra y a Celestino Ávila Herrera. “A Emma Herrera la mataron cuando salió gritando y les dijo que si mataban a Celestino, la mataban a ella”, recordó Miguel Caro.

Los palmeros contaron que ese día los paramilitares celebraron, hicieron algarabía y chocaron entre sí  los dos jeep que le servían al pueblo para sacar la cosecha hasta San Jacinto. Luego los sentenciaron: “El 11 de noviembre vamos a celebrar con todos ustedes. Desde el más chiquito hasta el más grande se muere”, contó Caro.

Después de enterrar los cuerpos, el pueblo decidió dejarlo todo por miedo a que los paramilitares cumplieran con la advertencia. A las 9 de la mañana del día siguiente, empacaron lo que alcanzaron y salieron hacia San Jacinto en busca de refugio. Durante cinco meses se acomodaron como pudieron en el coliseo de ese municipio, “hasta que la situación se hizo insostenible y muchos buscamos ayuda en las ciudades donde teníamos familiares”, dijo un habitante.

En 2005 la comunidad quiso retornar, pero el 5 de febrero dos de sus habitantes fueron asesinados. “Ya nos habíamos organizado para volver. Pero a José Clemente Sierra y a Edilia Herrera, que fueron los primeros que llegaron al pueblo, los mataron. No había garantías para regresar”, dijo Luis Gilberto Caro.

La organización

Así Palmas es la asociación de 700 familias que creó el pueblo para exigir verdad, justicia y reparación. 

Pese a la distancia, los palmeros siguen tan unidos como cuando vivían en su pueblo. Los primos Caro contaron que las familias siguen celebrando las fiestas de la Virgen del Carmen los 16 de julio y las fiestas de su patrona, la Virgen de Santa Lucía, los 13 de diciembre.

Cuando no es en Suba, viajan hasta Las Palmas así la carretera sea inaccesible, el monte se haya comido las casas y no haya servicios públicos. Hacen misa, procesión y fandango, un baile en el que los asistentes llevan manojos de velas y hacen rondas alrededor de La Virgen.

Aunque siguen preservando sus tradiciones, los palmeros sueñan con sacar del olvido a Las Palmas. Que la carretera no sea una trocha enlodada, que los postes de luz tengan fluido eléctrico, que los caminos vuelvan a ser abiertos y las casas reconstruidas. Por eso el 17 de septiembre de 2010 fundaron la asociación Así Palmas y tienen una página web para que la comunidad ubique a sus habitantes en el territorio nacional.

“Uno nunca se olvida de lo que era el pueblo, de lo que uno hacía allá y que en las ciudades no se puede hacer. De mi parte, no pienso morirme aquí. Todos los días desde que me acuesto y me levanto primeramente me acuerdo de Las Palmas. Yo dejé allá un pedazo de tierra y algún día voy a volver”, dijo Miguel Caro.

La siguiente galería fotográfica refleja cómo del gran corregimiento que había hace más de una década, sólo quedan unas cuantas casas que están a punto de caerse. El pueblo no tiene servicios públicos y sus pocos habitantes sobreviven con lo que cosechan. Ya no pueden comercializar, porque la vía es una trocha inundable.

Fotos suministradas por David Ramírez.