Segovia y Remedios, siguen en medio de la guerra

      
Pese al refuerzo de Fuerza Pública y a las acciones contra grupos armados ilegales, continúan las restricciones a la movilidad y el aislamiento de algunas comunidades. La región está sumida en una fuerte crisis humanitaria.

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  A pesar de la reducción de homicidios en Segovia y Remedios, la población permanece tensa.      

Una tranquilidad que por momentos tensiona, que hace sentir que en cualquier momento algo malo va a pasar. Así describen los habitantes de Segovia y Remedios, nordeste de Antioquia, el ambiente que se respira desde hace varios meses en ambas localidades, donde se libra una cruenta guerra entre antiguos paramilitares no desmovilizados que ahora se hacen llamar ‘Urabeños’ y ‘Rastrojos’ y ‘Héroes del Nordeste’, lo que ha sumido esta región en la más grave crisis humanitaria del departamento.

Desde que fuerzas especiales de la Policía dieron muerte el pasado 20 de marzo a Walter Ramos Soto, alias ‘Alex 15’, un desmovilizado del Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), quien volvió a sus andanzas para terminar convertido en el máximo líder de los ‘Héroes del Nordeste’, una disidencia de ‘Los Rastrojos’, los asesinatos en Segovia y Remedios se redujeron de manera significativa.

Según la Secretaría de Gobierno Departamental, en los últimos 25 días solo se ha registrado dos homicidios en Remedios y Segovia ajusta 15 días sin que se nadie muera asesinado. Sin duda una gran avance para localidades acostumbradas cuatro, cinco y hasta ocho asesinatos diarios desde que inició esta nueva guerra en el 2011.

Los pobladores, que permanecían encerrados en sus casas desde las 7 de la noche por el toque de queda impuesto por los distintos panfletos que inundaron estos pueblos durante los dos primeros meses de este año, han vuelto a salir a las calles, aunque con cierta precaución.

“Hoy la Fuerza Pública hace presencia en todos los rincones de estos municipios; incluso, en el corregimiento Fraguas ya tenemos un puesto de Policía. Sin duda algo muy importante que ayudará a combatir la situación de violencia que vive este municipio”, declaró el comandante de la Policía Antioquia, Gustavo Chavarro.

Por su parte, Santiago Londoño, secretario de Gobierno del Departamento, manifestó que la mejoría en la seguridad que ha experimentado el nordeste antioqueño en las últimas semanas “ha sido el resultado de consolidación del Plan Troya-II, que ha dado golpes importantes, pero también de una serie de inversiones sociales muy importantes que el gobierno departamental viene realizando en la región”.

Sin embargo el funcionario destacó que la administración departamental sigue alerta: “la región es muy compleja, en cualquier momento pueden volver las confrontaciones, porque las rentas en disputa siempre son muy jugosas”.  

En esto tiene razón Londoño: según cálculos, tanto de la Administración Departamental como organismos de inteligencia de la Policía, las rentas derivadas de la extorsión a pequeños y medianos mineros, muchos de ellos en la informalidad, pueden oscilar entre los 3.500 y los 5.000 millones de pesos mensuales, sin mencionar la ‘vacuna’ que hoy deben pagar comerciantes, transportadores, mototaxistas y toda actividad comercial que se desarrolle en estas localidades.

Sin duda un botín nada despreciable por el que cualquier grupo armado ilegal estaría dispuesto a matar y morir. No de otra manera se interpreta que, pese a las recientes acciones de la Fuerza Pública, la presencia permanente de tres fiscales antibacrim y más de 800 policías en ambos municipios, persistan serias denuncias sobre reclutamientos forzados de menores de edad, enfrentamientos en zonas rurales, confinamientos y desplazamientos forzados. Una clara señal que las bandas criminales no se dejarán expulsar ni someter tan fácilmente.

“Puede que en el municipio las cosas estén más calmadas, pero en las zonas rurales es bastante preocupante”, sostuvo una fuente judicial consultada por VerdadAbierta.com, que pidió reserva de su nombre, quien denunció que “no hay respeto por la misión médica: hace como un mes una ambulancia recogió a un muchacho de uno de los bandos que había sido herido en un tiroteo en zona rural, pero unos kilómetros más adelante, el otro bando hizo parar la ambulancia para rematarlo Hay veredas prácticamente confinadas, sobre todo en Remedios, donde la gente no puede moverse ni nadie puede entrar, todo por orden de los grupos armados. Y hay denuncias que estos grupos están entrando a los colegios a reclutar muchachos”.

Por su parte, un habitante de Segovia que labora en Medellín y que, por petición expresa, solicitó omitir su nombre, aseguró que las extorsiones continúan: “A mi familia le están pidiendo 50 mil pesos semanales. Ellos tienen un almacén. Y la verdad la cosa sigue muy tensa. Cuando yo voy al pueblo mi familia me dice que no salga, que me puede coger una balacera. Hace casi como dos meses fui y me tocó una balacera cerca a mi casa. Y me pareció muy ‘teso’ ver en el cementerio un panfleto que decía: ‘faltan 200 más’. No sé si ya lo quitaron”.      

Riqueza maldita
No exageran remedianos y segovianos cuando afirman, con total determinación, que “esta tierra ha vivido todas las violencias”. Desde el momento de su fundación, a finales del siglo XVI (Remedios se fundó en 1536) ambas localidades han visto cómo la sangre derramada por sus pobladores tiñe de tristeza su inmensa riqueza aurífera.

Ha sido así desde la época de La Colonia cuando cientos de españoles, ávidos del metal precioso, perdieron sus vidas como consecuencia de las epidemias, los mosquitos y el “clima malsano” del Batolito del Norte, lo que hoy se conoce como Nordeste de Antioquia, región considerada por los expertos como la de mayores reservas de oro en Colombia. Hasta los esclavos negros que fueron traídos desde Cartagena para trabajar en las minas perecieron por cuenta de lo agreste de la región.

Luego llegaron los ingleses cobrando su apoyo a los próceres colombianos en su guerra contra la Corona Española. La firma de un acuerdo en Londres, en 1825, permitió que varias firmas mineras inglesas se instalaran en el territorio nacional, especialmente en Antioquia, particularmente en Remedios. Fue así como nació, el 21 de abril de 1852, la empresa Frontino y Bolivia Gold Company, semilla inicial de lo que luego sería la Frontino Gold Mines.

Mientras fue propiedad de los ingleses, la Frontino instauró prácticas modernas de explotación aurífera y respetó las exigencias laborales de los mineros, aspecto que cambió radicalmente con la compra de la empresa por parte de la norteamericana Internacional Mining Corporation, en 1910. El malestar laboral que reinó durante décadas se transformó en una impetuosa lucha sindical que determinaría el carácter beligerante de Segovia y Remedios.

“La primera negociación de un pliego laboral lo hicimos los trabajadores de la Frontino, por allá a principios de 1950-52, no recuerdo bien. Pero con decirle que buena parte del Código Sustantivo del Trabajo, que es de los años cincuenta, está basado en el pliego laboral del sindicato de la Frontino”, contó un líder sindical de la hoy desaparecida empresa. Pero llegó la violencia política y muchos sindicalistas perdieron su vida al quedar en medio del fuego cruzado de godos y liberales.

El surgimiento de las guerrillas, en la década del setenta, trajo mayor tensión a la región. La extorsión a la que fueron sometidos los grandes mineros, primero por el Frente 4 de las Farc y luego por el frente Héroes de Anorí del Eln, sumado a la congelación del precio del oro en los mercados internacionales, llevó a la Frontino Gold Mines a declararse en liquidación en 1976.   

La Frontino Gold Mines pasó entonces a estar bajo el control de los trabajadores mediante la figura del concordato, con la vigilancia de la Superintendencia de Sociedades. Los norteamericanos no honraron su palabra, pues nunca cedieron en papel (documento oficial) lo que acordaron verbalmente con los mineros. Pero este sería la menor de las preocupaciones para los segovianos en esta década de los ochenta.

De acuerdo con el Grupo de Memoria Histórica de la desaparecida Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (Cnrr), entre 1982 y 1997 se cometieron 14 masacres y centenares de asesinatos selectivos en Segovia y Remedios: “se ha podido documentar que al menos cuatro masacres forman parte de una escalada criminal dirigida contra activistas políticos, líderes sociales y defensores de derechos humanos (…) estos hechos de violencia masiva contaron con la participación directa o indirecta de miembros de la Fuerza Pública”.

La masacre de 43 personas en Segovia, el 11 de noviembre de 1988, es un claro ejemplo de lo anterior. Por este hecho, cometido por un comando paramilitar denominado ‘Muerte a Revolucionarios del Nordeste”,  es juzgado por la Corte Suprema de Justicia el exdiputado de Antioquia y dirigente liberal, César Pérez García.

La muerte enlutaría nuevamente a Segovia en 1996 y un año más tarde a su vecino Remedios. Los registros de la época señalan que 20 personas perdieron la vida en ambos hechos (12 en Segovia y ocho en Remedios). Eran los años en que los paramilitares se disputaban el dominio de la región a sangre y fuego con las guerrillas del Eln y las Farc. De esta guerra saldría victorioso el Bloque Metro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu), al mando de Carlos Mauricio García Fernández, alias ‘Doblecero’, quien controló la región hasta el 2003, cuando esta estructura paramilitar fue exterminada por sus mismos compañeros de las autodefensas.

En esta guerra, Segovia aportaría una vez más sus muertos: a mediados del mes de agosto de 2002 unos 24 paramilitares del Bloque Metro fueron masacrados a las afueras del casco urbano en estado de total indefensión por tropas del Batallón Vial y Energético No. 8 de Segovia.

La violencia que sigue
Con la entrega de armas que hicieran 1.900 hombres pertenecientes al frente Bajo Cauca, Nordeste y Magdalena Medio del Bloque Central Bolívar de las Auc, el 12 de diciembre de 2005 en el corregimiento Santa Isabel de Remedios, los pobladores de estas localidades del Nordeste antioqueño pensaron que, luego de décadas de violencia, ahora sí conocerían la paz.

Pero no fue así.  A partir de esa fecha, varios excombatientes retomaron las armas y comenzaron a ser nombrados como ‘Los Rastrojos’. Sin el discurso contrainsurgente presente, este nuevo grupo se dedicó exclusivamente a negocios de narcotráfico y minería ilegal.

La chispa que encendió el polvorín en el Nordeste antioqueño fue la llegada a la región de los ‘Urabeños’. Fuentes no oficiales señalan que estos pactaron –con pago de por medio- con la cúpula de ‘Los Rastrojos’ el control de esta zona, vital en sus aspiraciones de conectar el Urabá antioqueño con el Magdalena Medio.  Pero los líderes de los ‘Rastrojos’ en Segovia y Remedios no acataron la orden, conformaron la disidencia ‘Héroes del Nordeste’ y desde entonces han estado en guerra con ‘los Urabeños’, quienes reclaman como propio este territorio.

A este ya complejo panorama se sumó que en marzo de 2011 el Gobierno Nacional decidió liquidar la Frontino Gold Mines. Los activos de esta empresa, avaluados en 380 mil millones de pesos, pasaron a ser de dominio de la Zandor Capital, filial de la Gran Colombia Gold, situación que transformó radicalmente el panorama laboral de los segovianos.

Para los líderes sindicales de la desaparecida Frontino Gold Mines, no deja de despertar suspicacias que hoy muchos de los  dirigentes gremiales que defendieron sus derechos laborales ante la Zandor Capital hayan sido amenazados de muerte, algunos asesinados y otro tanto haya abandonado el municipio.

“El caso más reciente se presentó en febrero. La Zandor contrata a los trabajadores por medio de una cooperativa. Ellos iban a echar injustamente a muchos trabajadores, pero uno de ellos, que era del sindicato de la Frontino, se opuso, defendió los derechos de sus compañeros. Le hicieron un atentado del que salió vivo de milagro. No sabemos para qué pueblo se fue”, dijo a VerdadAbierta.com un dirigente sindical que se encuentra en Medellín debido a amenazas contra su vida.

A su juicio, lo violencia que hoy azota a su pueblo natal tiene una sencilla explicación: los pactos que establecieron medianos y grandes mineros con grupos paramilitares en el pasado. Como ejemplo de ello cita el caso de Jorge Hugo Escobar Cataño, conocido como ‘El Zar del Oro’.

Escobar fue capturado por las autoridades de Policía en noviembre de 2012 y es señalado por una fiscal de la Unidad Antibacrím de ser testaferro de Carlos Mario Jímenez, alias ‘Macaco’, quien al parecer era propietario de varias minas en Segovia pero que, luego de su extradición, pasaron a manos del ‘Zar del Oro’. El Ente Investigador también lo acusa de ser patrocinador de ‘Los Rastrojos’, tal como lo dijo en la audiencia de imputación: “las víctimas señalan que ‘Los Rastrojos’ iban a la casa de este señor y que salían con maletas llenas de plata, que las pagaba 200 millones de pesos”.

“Es que aquí la guerra es por la minería: ese es, para mí, el centro de todo”, señaló Fernando*, otro minero que hoy vive en Medellín luego de ser despojado de su mina, ubicada en la vía que conecta Segovía con Zaragoza y de la cual subsistían por lo menos 20 personas. “A mí ni siquiera me pidieron vacuna. Simplemente me dijeron que me tenía que ir, que la mina ya no era mía. Que ellos la iban a explotar. Y yo no soy el único que ha pasado por esto”.

Eso fue en agosto de 2012. Hoy Fernando deambula por la calles de Medellín sin saber qué hacer. Y quienes se han quedado para defender sus patrimonios han tenido que optar, por la fuerza de las circunstancias, a pagar las extorsiones que exigen los ilegales, o a aceptar las condiciones laborales que ellos imponen en las minas en las que ejercen posesión y señorío. Pero ni así, los mineros pueden vivir y trabajar tranquilos.

“Es que si usted le paga a uno, entonces viene el otro y lo tilda de colaborador, y también viene y te cobra y amenaza con quitarte la mina. Y toca decirle entonces al otro grupo que uno le paga pero si lo cuida a uno del otro grupo. O le pagas a los dos y así muy duro. Así es la vida por allá. El problema es que hoy vos no sabés quién es quién porque no se sabe con qué bando está. Porque le digo una cosa: desafortunadamente, ¡hay que estar con alguno de los bandos!”, narró Fernando.