Córdoba hace rato se salió de madre

      
En los primeros 14 días del año hubo 36 homicidios en el departamento, siete más que en el mismo periodo del año pasado. En 2010, fueron casi 600. La mayoría se atribuye a los grupos armados que sucedieron a los paramilitares. Por Revista Semana
El coronel Héctor Páez, comandante de Policía de Córdoba, anunció el
envío de 700 efectivos al departamento. Según las autoridades, allí hay
presencia de Los Rastrojos, Los Urabeños, L as Águilas negras y los
Paisas. / FOTO SEMANA

Una moto marina se pasea por Boca Tinajones, en la desembocadura del río Sinú al mar Caribe, cerca de donde fueron asesinados Mateo Matamala y Margarita Gómez. A bordo, un hombre armado custodia el área. Así lo pactaron los Paisas y los Urabeños, dos bandas criminales que tienen en jaque varias zonas del país. En Córdoba, trazaron una frontera, que es el río Sinú, se repartieron la zona costera y 32 municipios del departamento.

Las cifras hablan solas: los primeros 15 días del año, en Córdoba hubo 36 homicidios, siete más que en el mismo periodo de 2010, según el Observatorio del Crimen de la Gobernación de Córdoba. En 2010, hubo 575 (539 en 2009 y 512 en 2008).

Moradores del sector describieron al hombre de la moto marina hace un par de meses, y confirmaron que varios pueblos del litoral cordobés son controlados por sus secuaces. En la Rada, en el municipio de Moñitos, los habitantes escuchan de los Paisas. Del otro lado, en la vereda Nuevo Oriente, en San Bernardo del Viento, mandan los Urabeños.

Tras la desmovilización de las AUC, en 2006, han aparecido nuevas estructuras que combinan narcotraficantes, sicarios y desmovilizados. Los Urabeños (herederos de ‘Don Mario’, capturado en 2009) reciben apoyo de Las Águilas Negras; los Paisas están aliados con los Rastrojos, del Valle del Cauca.

Detrás de estas bandas hay poderosos jefes que no tienen rostro, pero cuya capacidad de hacer daño es descomunal. Roberto Vargas, alias ‘Gavilán’, pasó de ser un sicario de Salvatore Mancuso a sospechoso de manejar a Los Urabeños en Córdoba y presunto responsable de ordenar la muerte de los universitarios de Los Andes.

Por esta zona de Córdoba pasa cocaína que viene del Parque de Paramillo hasta la costa, donde la ocultan en los manglares y la sacan en lanchas rápidas hacia Panamá. Los pocos que a escondidas se atreven a hablar dicen que eso ha venido sucediendo “desde siempre” y se ha incrementado desde que se desmovilizaron los paramilitares.

En el Alto Sinú es igual. Los Paisas tienen Tierralta; los Urabeños, Valencia, separados por el río. En el pasado, el afluente fue el cementerio más grande de Córdoba, a donde iban a parar las víctimas de las autodefensas. Hoy es la línea divisoria entre una banda y otra.

Según un informe del Sistema de Alertas Tempranas de la Defensoría del Pueblo, los Urabeños están en 20 de los 32 municipios; los Paisas, en 12. En La Doctrina, un corregimiento del municipio de Lorica, ubicado a orillas del Sinú, después de las siete de la noche nadie transita sin ‘permiso’ por la vía de acceso a la zona costera. Entre los más jóvenes, algunos se emplean como informantes. La región es importante porque sus caminos conectan con la playa de San Antero y de San Bernardo del Viento, donde están los manglares, zona de difícil acceso para las autoridades.

De acuerdo con informes de inteligencia de la Policía, en Córdoba hay unos 500 Urabeños y 190 Paisas. En la zona rural dicen que hay muchos más. Córdoba cuenta con el primer pueblo completamente desplazado por las bandas criminales, llamado Villa Carminia, a orillas del río San Jorge, en Montelíbano. Este punto hace parte del conocido ‘triángulo de la muerte’, que se extiende en la región del Medio y Alto San Jorge. En esa zona se registró la primera masacre de 2011: cuatro muertos. Y diariamente hay crímenes. Por años, mandó el paramilitar Juan María ‘el Pollo’ Lezcano, asesinado en Planeta Rica hace más de un año.

El panorama no puede ser peor. De la violencia de la guerrilla y de los paramilitares se pasó a la de las bandas criminales, que no son reductos simplemente de autodefensas. Son estructuras con tentáculos largos que se han tomado toda una región y han sembrado un cambio drástico en la cultura tranquila del cordobés. Hoy la gente vive con más miedo, porque los crímenes no tienen distingo de estrato, ni de barrios, ni de veredas. Comerciantes, ganaderos y alcaldes están siendo extorsionados, pero nadie se atreve a hablar públicamente. Como muchos comentan en la calle, Córdoba, hace rato, se salió de madre.

Por Revista Semana