Denuncias divulgadas recientemente advierten la presencia de grupos armados ilegales en zonas rurales de este municipio del norte de Antioquia que, otrora, constituyeron el más férreo fortín guerrillero. Las alertas se conocieron simultáneamente con el desplazamiento forzado de tres familias oriundas de esta población.

Lo que despertó la inquietud de las autoridades civiles fue el intempestivo arribo a Medellín de tres familias provenientes del municipio de Ituango, quienes denunciaron ante la Alcaldía y la Gobernación de Antioquia confusos hechos que los obligaron a abandonar la región durante la última semana del mes de enero.

Se trata de un grupo de 26 personas, entre adultos y menores de edad, quienes venían tanto del casco urbano como de veredas enclavadas en la profundidad montañosa de Ituango. “Según manifestaron las familias, el motivo de su desplazamiento obedece a amenazas proferidas por el grupo denominado Autodefensas Gaitanistas”, reveló la secretaria de Gobierno de Antioquia, Victoria Eugenia Ramírez.

De acuerdo con la funcionaria, actualmente su despacho trabaja en conjunto con la Fiscalía y con las autoridades de Policía con el fin de corroborar estas denuncias. “Hicimos consejo de seguridad en el municipio de Ituango y estamos trabajando con información de inteligencia para mirar si sí es real la amenaza de este grupo llamado ‘autodefensas gaitanistas”, agregó Ramírez.

Lo llamativo es que este hecho se suma a varias denuncias que comunidades campesinas, organizaciones sociales, líderes comunitarios de esta localidad del norte de Antioquia e, incluso, la guerrilla de las Farc, han venido formulando durante las últimas semanas y que apuntan a lo mismo: la presencia, cada vez más notoria, de un grupo armado ilegal al que todos denominan como “los paramilitares” y que, según las primeras versiones, se trataría de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Agc), también conocidas como ‘Clan del Golfo’.

Según relataron voceros de la Asociación de Campesinos de Ituango a VerdadAbierta.com, en las últimas semanas de 2016 y las primeras del mes de enero, un grupo de hombres armados que se movilizaban en camionetas ingresó a las veredas El Cedral, El Recreo, Camelias Bajas, Chontaduro, La América, Torrente, Pascuitá y Los Chorros, así como al centro poblado del corregimiento La Granja.

En cada uno de esos sitios convocaron a los habitantes a sendas reuniones. “A la gente le dijeron que no se preocuparan, que ellos iban a mandar de ahora en adelante, que no querían hacerle daño a la comunidad, pero que iban a ser ellos los que iban a manejar todo el negocio de la coca y que eso sí: a quien pillaran ‘piratiando’ (vendiendo pasta de coca a otro comprador que no fuera del grupo en mención) ya sabía lo que le pasaba”, comentaron voceros de la Asociación.

De acuerdo con los integrantes de la Asociación consultados por VerdadAbierta.com, en el pasado reciente, dichas veredas estuvieron bajo el férreo control del Frente 18 de las Farc, cuyos miembros ya se encuentran concentrados en la vereda Santa Lucía de Ituango, sitio acordado por esta guerrilla y el gobierno nacional como zona para la dejación de armas y reintegración a la vida civil. En esas veredas también es notoria la presencia de cultivos de hoja de coca, del cual subsisten miles de familias campesinas.

De corroborarse las denuncias, sería el primer “campanazo de alerta” para las autoridades civiles, militares y de Policía sobre la llegada de nuevos grupos armados a los territorios que están abandonando las Farc. “¿Cuál puede ser la intención de estos ‘paramilitares’? Pues controlar un territorio que nunca han podido dominar y que es clave por su ubicación estratégica”, relató un labriego miembro de la Asociación de Campesinos de Ituango.

En el corazón del conflicto

En el casco urbano de Ituango ya comienzan a advertirse pequeñas alteraciones de orden público, principalmente por casos relacionados con microtráfico, situación que también preocupas a las autoridades civiles. Foto: Juan Diego Restrepo E.Ituango ha estado en el corazón del conflicto armado prácticamente desde el mismo momento en que estalló con fuerza en todo el país hace más de cuatro décadas. Y tiene porqué. Esta población, ubicada en las estribaciones de la cordillera Occidental, constituye la puerta de entrada al Nudo de Paramillo, nombre que recibe el accidente geográfico del cual nacen las serranías de Abibe, Ayapel y San Jerónimo. Es decir, conecta fácilmente con el Urabá antioqueño al surcar la serranía de Abibe; también con la región del Bajo Cauca, por el oriente; y con el norte con el departamento de Córdoba.

Por ello el interés de los diferentes grupos armados por controlar este corredor estratégico, vital para los intereses de la guerra y las actividades ilícitas pues permite conectar el Urabá antioqueño con la región del Bajo Cauca. Sin embargo, fue la guerrilla de las Farc, con el Frente 18, la que logró consolidar allí un sólido fortín que ni los feroces ataques paramilitares de finales de los noventa y principios del dos mil, ni las diferentes operaciones militares emprendidas por el Ejército Nacional durante los años de la política de Seguridad Democrática, lograron romper.

La llegada del grupo guerrillero al municipio se remonta a los primeros años de la década de los ochenta, cuando el Frente 5 arribó a las veredas más profundas de Ituango. Este Frente comenzó lo que la subversión denomina proceso de desdoblamiento para darle vida al Frente 18, el que a su vez comenzó su proceso de expansión y consolidación.

Ello no significó otra cosa que un fuerte proceso de reclutamiento de jóvenes, el impulso del cultivo de hoja de coca para la generación de ingresos para la guerra y el sometimiento de las comunidades campesinas mediante la imposición de normas de convivencia y “políticas de justicia fariana”. Fue así como las Farc terminaron convertidas en “Dios y Ley” en varias veredas ubicadas en la profundidad montañosa de Ituango, cuyos habitantes no les quedó más remedio que convivir bajo dichas “políticas” durante varias décadas.

La historia de las Farc en esta localidad también consigna cómo desde sus montañas planearon y perpetraron varios ataques armados contra la Fuerza Pública asentada en el casco urbano y cómo repelieron con furia sendas incursiones que los bloques Mineros y Córdoba de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) realizaron en los años 2001, 2002 y 2003. Esos años, los paramilitares cometieron atroces masacres entre la población campesina, como respuesta a sus derrotas en el campo de batalla. Ello sin mencionar los constantes combates que sostuvieron guerrilla y Ejército en decenas de veredas y parajes, que hizo de Ituango un pueblo prácticamente incomunicado.

“Uno no se podía moverse por las veredas por la noche. Después de las 6 de la tarde había la orden de todo mundo en su casa. Entonces, salir al pueblo, a otra vereda, era una verdadera odisea”, relató Marta*, habitante de Ituango, quien no oculta su preocupación por los hechos ocurridos recientemente.

No es para menos. Cuando en noviembre de 2012 iniciaron los diálogos de paz en La Habana, Cuba, todos los ituanguinos comenzaron a ilusionarse con la llegada, ahora sí, de tiempos de paz. La ilusión comenzó a transformarse en esperanza, primero, con las medidas de “cese de fuego unilateral” ordenados por las Farc y luego, con la firma de ambas partes del “cese al fuego bilateral y definitivo” el 26 de agosto de 2016.

Ahí, la esperanza comenzó a materializarse en realidad. “Estos últimos seis meses han sido muy buenos porque uno ya podía salir, se podía mover con mucho más tranquilidad, incluso en la noche”, agregó la mujer, quien añadió: “por eso la preocupación de la gente: muchos temen que como se están yendo las Farc, que regresen las asesinatos al estilo de los paramilitares, los retenes, las restricciones para moverse entre veredas y como el compromiso es acabar la (hoja de) coca y esta gente dice que llegan a controlar los cultivos, entonces uno no sabe cómo se pueda poner la cosa”.

Según el más reciente censo sobre la presencia de cultivos ilícitos en el país, divulgado por la Oficina en Colombia de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (Unodc), Antioquia pasó de 2.293 hectáreassembradas con hoja de coca en 2014 a 2.402 ha en 2015. Dichos sembradíos se encuentran concentrados en el Bajo Cauca y norte de Antioquia. En Ituango se estima que existen unas 700 hectáreas de hoja de coca, gran parte de ellas en el Parque Nacional Natural Paramillo.

Incertidumbre

Líderes de la región advierten que el proceso de sustitución de cultivos ilícitos en Ituango será bastante complejo dado el interés de otros grupos armados en el control de estos. Buena parte de la hoja de coca sembrada en este municipio se encuentra en territorio del Parque Nacional Natural Paramillo. Foto: Ricardo Cruz.Si bien las denuncias formuladas por todas las instancias (comunidades, organizaciones sociales y defensoras de derechos humanos) aluden a la presencia de grupos paramilitares, aún no es claro de qué grupo armado se trate o, incluso, si en efecto se trata de una avanzada de las Agc.

Fuentes judiciales consultadas por VerdadAbierta.com señalan que, en efecto, los ‘gaitanistas’ están expandiéndose desde el norte de Urabá hacia el sur de Córdoba y el norte y occidente de Antioquia, territorios históricamente de dominio ‘fariano’, pero que han sido dejados por esta guerrilla por cuenta de sus desplazamientos hacia las zonas veredales (Zvtn).

VerdadAbierta.com también conoció denuncias que reposan actualmente en la Defensoría del Pueblo que advierten la presencia de los ‘gaitanistas’ en zonas rurales de Tierralta y Montelíbano (Córdoba); Carepa, Apartadó, Mutatá y Dabeiba (Antioquia). En ellas también se consigna cómo este grupo armado ilegal estaría ofreciendo remuneración económica para los guerrilleros de las Farc que quieran unirse a sus filas.

Y, según Marta, quien recorre todas las veredas de Ituango por su labor, algunos subversivos, al parecer, ya estarían aceptando el ofrecimiento: “pues la verdad es muy difícil saber qué grupo es el que está entrando al pueblo, porque hemos visto ahí a gente que era de las Farc. Uno no sabe si desertaron, si siguen en la guerrilla, si se fueron para los paramilitares. Y eso genera mucha incertidumbre y preocupación”.

Hasta ahora no ha ocurrido ninguna muerte que lamentar por esa nueva incursión en Ituango. Pero las comunidades campesinas de este pueblo del norte de Antioquia esperan que las autoridades civiles, militares y de Policía agilicen sus investigaciones y sus acciones antes de que ocurra una tragedia, que terminaría por romper en pedazos una esperanza que comenzaba a materializarse lentamente por cuenta del proceso de paz con las Farc.