Mi reunión con Mario Uribe

      
Esta semana ha sido particularmente dura. De hecho, mañana viernes 8 de octubre cumplo cinco meses desde el momento en que me caí de mi bicicleta y tuve una seria fractura en la cadera. La mala racha continúa. Ya me tocó responder sobre el evento que presentó CM& el lunes en la noche acerca de una “información” que daba el CNE, y ahora me toca enfrentar otra historia. La voy a contar con todo el rigor que exige.
Sergio Fajardo. Foto León Darío Peláez.
El pasado lunes, al mediodía, me llamó la periodista Marta Soto del periódico El Tiempo para consultarme sobre las declaraciones que alias “El Tuso Sierra” hizo desde una cárcel en los EEUU, adonde fue extraditado. En ellas, me dicen, se refiere al Senador Mario Uribe y señala además que él se reunió una vez conmigo y alias “Rogelio” para arreglar un problema. El problema, según él, era nada más y nada menos que la tenebrosa banda de la Terraza ¡me iba a matar!. Hoy jueves, alrededor de las 8 de la noche, un periodista de El Espectador me llamó a decirme que en el ejemplar de este viernes iba a salir la versión del “Tuso Sierra” , me confirmaba la información que me había dado la periodista de El Tiempo y me preguntaba por mi reacción. Con este preámbulo, paso a contar lo que realmente ocurrió.
 
Un tarde de 2001 estaba en la Universidad de Los Andes en Bogotá donde trabajaba como Profesor de Matemáticas. Me buscaron para decirme que tenía una llamada de Mario Uribe en la Facultad de Ciencias. Me extrañó, pues Mario Uribe no era, no ha sido ni es mi amigo. Lo he saludado cuando en las muy pocas oportunidades en la vida nos hemos cruzado en el camino. Por teléfono Mario Uribe me preguntó “si yo tenía un problema en Medellín”. Le dije que no era consciente de problema alguno. Entonces me dijo que estaba abordando un avión para viajar a Montería, que me llamaba tan pronto aterrizara. Así lo hizo. Me dijo entonces que “había una gente en Medellín que me quería hacer daño, que evitara ir allá o que tuviera mucho cuidado”. Quedamos de hablar cuando yo fuera a ir a Medellín.
 
Al otro día me enteré por las noticias que Uribe se había caído de un caballo en su finca, que estaba en situación crítica y se temía por la lesión. Es fácil imaginar lo que sentí en ese momento. Afortunadamente se recuperó y cuando iba a viajar lo llamé y me dijo que fuera a verlo a su apartamento. Me dio la dirección y allí llegué. Él estaba con un grupo de personas que yo no conocía, con la excepción de un señor que había estudiado en mi colegio. Mario Uribe tenía un cuello ortopédico. Me senté y durante un rato escuché lo que decían y no recuerdo nada de la conversación, entendía que era una visita de amigos. Al rato me dijo que fuéramos a su estudio a conversar solos. 
 
En su estudio me contó la historia. Señaló que tenía información de que un grupo me quería hacer daño, matarme. Me contó que “habían hecho un seguimiento a mi carro blindado blanco y que tenían interceptados mis correos, enviados desde nuestra sede política en Medellín”. Una observación pertinente: en el año 2000 yo había sido candidato a la alcaldía de la ciudad por nuestro movimiento Compromiso Ciudadano y quedamos en tercer lugar, con una campaña novedosa que llamó poderosamente la atención. Continúo. Yo lo escuché y le dije que me parecía muy extraño, porque yo no tenía carro blindado, de hecho no tenía carro y nuestra campaña era en taxi y a pie, además yo no usaba ningún correo de la campaña, pues solamente utilizaba el de profesoren la universidad. Él me dijo que era muy extraño, y por supuesto asentí. Me preguntó que “si quería tratar de aclarar con ellos la situación”, le respondí que no tenía nada que aclarar ni mucho menos reunirme con nadie. Nunca le pregunté sobre quiénes querían atentar contra mí, ni él me dijo algo al respecto. Le agradecí y le dije que podía repetir lo que le había dicho. Me despedí. Nunca más volví a reunirme con él, nunca me volvió a llamar y siempre ha sido nuestro rival político en todas las elecciones, incluyendo la del año 2000. 
 
No puedo afirmar que él se haya reunido con persona alguna para tratar este tema. Comenté este incidente con muy pocas personas. Nunca nadie me ha amenazado y siempre he caminado por las calles de Medellín y Colombia con total tranquilidad. A lo mejor, me salvó la vida.
 
En esta semana particularmente dura me toca, una vez más, responder como siempre lo he hecho, con la verdad, respaldado por mis actuaciones. ¡Hasta la próxima!