Así fue la guerra entre Martín Llanos y Miguel Arroyave

      
Dos bandos paramilitares, creados supuestamente para combatir la guerrilla, se mataron entre sí por el control del narcotráfico, las regalías petroleras y miles de hectáreas de tierras en el Casanare. Su cruenta guerra, de la que aún hoy muy poco sabe el país, dejó tres mil víctimas, o quizás más, en apenas unos meses entre fines de 2003 y 2004.

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En la guerra entre Llanos (izq.) y Arroyave se dice que murieron más de 3 mil personas, entre civiles y combatientes. Fotomontaje

War drives the clashing factions insane(English Version)

Es muy poco lo que sabe el país de la guerra en el Casanare. Muchos de los paramilitares que delinquieron en este departamento nunca se acogieron al proceso de desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia y dos de sus protagonistas, Héctor Buitrago alias ‘Martín Llanos’ está prófugo de la justicia, mientras que Miguel Arroyave alias ‘Arcángel’ fue asesinado por sus propios hombres, Pedro Oliverio Guerrero Castillo alias ‘Cuchillo’, también huyendo. 

Sin embargo, los habitantes del llano casanareño fueron testigos de una matanza que quedará registrada en la historia reciente del conflicto armado, en la que murieron asesinados menores de edad, civiles y cientos de paramilitares que se enfrentaron entre si. 

Uno de los pocos paramilitares que ha dado algunos indicios de por qué se dio este conflicto entre paramilitares fue Daniel Rendón Herrera, alias ‘Don Mario’, quien en una versión libre en noviembre de 2009, dijo que el responsable de esta guerra fue el comerciante de esmeraldas Víctor Carranza.

‘Don Mario’ sostuvo que Carranza sembró cizaña entre los dos ex jefes paramilitares, diciéndole a cada uno que el otro lo quería matar. “Carranza habló con Miguel (Arroyave) sobre Martín (Llanos), y ahí me di cuenta de que Miguel se dejó utilizar, para indisponerlo con Martín. Pienso que hizo lo mismo con Martín”, dijo el ex paramilitar y narcotráficante.

La intensidad de esta guerra fue tan desproporcionada, que, según ‘Don Mario’, en un mes el Bloque Centauros se gastó 14 mil millones de pesos en ella y en un solo día de combates sus hombres utilizaron 100 mil tiros. El ex paramilitar, quien fue jefe financiero de ese bloque hasta mediados de 2004, dijo que ese día se gastaron 400 millones de pesos en balas.

Otro desmovilizado que contó detalles sobre esta guerra fue Miguel Rivera Jaramillo, alias ‘Wilson’ o ‘W’. Este ex paramilitar que lideró a La Especial, el grupo urbano del Bloque Centauros en Villavicencio, relató en noviembre de 2009 que los asesinatos llegaron incluso a la capital de Meta.

Según ‘Wilson’, la guerra con ‘Llanos’ hizo que Arroyave desconfiara de todo el mundo, incluso de sus propios hombres. Muchos de ellos fueron asesinados, bajo sospecha.

No obstante, son pocos en esta región los que se atreven a hablar sobre esta matazón, pero en lo que si concuerdan es que por décadas los grupos armados ilegales  combatieron por sacar tajada del petróleo, madera y agricultura, pero también de los cultivos ilícitos como la coca. VerdadAbierta.com logró hablar con varios testigos de esta guerra, desmovilizados, funcionarios públicos y familiares de los combatientes, y reconstruyó este capítulo de la historia paramilitar que manchó de sangre estas ricas tierras.

Casanare una historia de guerra
La guerra en el Casanare comenzó desde mediados de 1986, cuando Héctor Buitrago, alias ‘Tripas’, organizó un grupo paramilitar, que fue conocido en la región como ‘los Buitragueños’, para enfrentar a la guerrilla. El grupo se movía en el Casanare, parte del Meta y la subregión del Ariari, donde ya delinquían Manuel de Jesús Pirabán, alias ‘Pirata’, y Pedro Oliverio Guerrero, alias ‘Cuchillo’ del Bloque Centauros.

“Fue en esa época (a partir de 1991) en la que los Buitrago, los Ramírez y los Feliciano(ambas familias de la región con grandes extensiones de tierra), empezaron a montar laboratorios (para procesar cocaína) en Monterrey, Aguazul y Tauramena. Pero también comenzaron a asesinar gente por montones y frente a los miembros del grupo Guías de Casanare. En ese entonces los ganaderos que estaban al lado de las autodefensas le regalaron una finca al Ejército para que montaran la base militar. Se la compraron a don Julio Rojas”, aseguró un lugareño que fue testigo de la expansión de los ‘Buitragueños’.

Los Buitrago más que dedicarse a una lucha contrainsurgente, amedrentaron y sometieron a pueblos enteros para encubrir sus actividades de narcotrátrico.

“Reunían a la gente en el parque y sacaban a los estudiantes de clases para alertarlos sobre una supuesta toma subversiva y advertir que no salieran de las casas porque corrían peligro, pero lo cierto fue que la presión para que la gente se encerrara, buscaba que nadie se enterara del paso de los camiones llenos de ‘paracos’ o cargados con químicos (para procesar cocaína). Todo fue una gran mentira porque la guerrilla no se asomó a Monterrey”, aseguró un ex funcionario de una alcaldía del Casanare.

El poder de ‘los Buitragueños’ no se limitó a inventarse amenazas guerrilleras sino que, después de 1995 comenzaron, de manera sistemática, a apoderarse de tierras donde supuestamente existían yacimientos de petróleo o para desalojar campesinos de zonas aledañas a las zonas de exploración.

“Desde Monterrey hasta Tauramena y Aguazul, llegaban a fincas y hatos ganaderos de una vez con las escrituras hechas y a nombre de otras personas. ‘O firma o firma’, le decían a los dueños. Lo mismo sucedía con las muchachas que no accedían a sus coqueteos: eran violadas o desterradas cuando no se acostaban con ellos”, asegura una persona que vivió en la zona.

Al tiempo, la Fiscalía y los jueces de Villavicencio iniciaron una investigación por concierto para delinquir en contra de los Buitrago, que arrojó la captura de alias ‘Tripas’, quien fue rescatado de la prisión a los pocos meses por su hijo ‘Martín Llanos’ en 1999. Sin embargo, el proceso continuó hasta llegar a la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia donde ambos fueron condenados el 16 de mayo de 2007 a 40 años de prisión.
 
Mientras ‘Martín Llanos’ lograba consolidarse en el sur y el norte de Casanare con las Autodefensas Campesinas del Casanare (ACC), los paramilitares de Carlos Castaño comenzaban a incursionar en parte del Guaviare, Meta,Casanare y Araca.

Castaño, al lado de Salvatore Mancuso y apoyado por miembros de la Fuerza Pública llegó a los Llanos con integrantes de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu) y asesinaron a más de 50 personas en Mapiripán (Meta), entre el 15 y el 20 de julio de 1997. (Ver artículo El camino despejado hacia Mapiripán)

La masacre contó con el apoyo de las Autodefensas del Casanare. Pero al poco tiempo ‘Martín Llanos’ no calculó que los hombres de Castaño llamados ‘los Urabeños’ comenzaran a desalojarlo de sus feudos. El distanciamiento entre los paramilitares del Casanare y los de Castaño se ahondó con la masacre de once miembros de una comisión judicial en octubre de 1997 entre San Martín y San Carlos de Guarda, Meta, que iba a realizar un allanamiento en la finca Alcarabán.

La matanza, ejecutada por hombres de Jaime Matiz y ordenada por ‘Martín Llanos’, no contó con la aprobación de Carlos Castaño. A los cinco meses de la masacre, Matiz fue asesinado por el DAS, según testimonios de ex paramilitares de Villanueva, Casanare.

Ya para ese entonces, Castaño había iniciado su entrada al Casanare y Arauca, que comenzó con enfrentamientos con las guerrillas de las Farc y el Eln.

La llegada de los hombres de Castaño también produjo divisiones entre las Autodefensas Campesinas del Casanare: las del sur y las del norte, éstas últimas bajo el mando de Luís Eduardo Ramírez Vargas, alias ‘HK’, quien después sería abatido por la policía en Bogotá el 27 de diciembre de 2005.

La guerra
Con la entrada del clan Castaño a la zona, ‘los Buitragueños’ y en especial ‘Llanos’ empezaron a sentirse amenazados.

Algunos desmovilizados cuentan que ‘Martín Llanos’, quien le quitó el mando a su padre, comenzó a exigir más ‘vacunas’, a asesinar campesinos para quitarles la tierra, presionar políticos y alcaldes para quedarse con el dominio total de Casanare. 

Incluso, algunos socios de su padre, como los Feliciano (José Omar y Víctor), Jaime Matiz, Ricardo y Gustavo Ramírez, comenzaron a acercarse a los hombres de Castaño que ya habían llegado al norte del departamento.
 
“El hombre (‘Llanos’) se estaba volviendo loco, no permitía que nadie se le acercara a más de 10 metros, y cuando sospechaba que alguien se le volteaba, lo torturaba y luego asesinaba. Varios jóvenes tentados por los ‘Urabeños’ fueron asesinados y entregados a sus familiares en bolsas negras de plástico. Decenas de sus hombres fueron ejecutados así en Puerto López, sólo por sospecha”, afirmaron habitantes de Puerto López que vieron las entregas de los cadáveres.

La paranoia de ‘Llanos’ lo llevó a asesinar a personas cercanas a él como Víctor Feliciano Alfonso, su esposa Martha Nelly Chávez y Juan Manuel Feliciano Chaves y cuatro personas más el 28 de febrero de 2000. Únicamente quedó vivo Víctor Francisco Feliciano, quien negó los nexos de su familia con el narcotráfico.

Sin embargo, el jefe de ‘los Buitragueños’ comenzó a perder el control del norte del departamento, especialmente de Yopal, en donde la población quedó atrapada en medio de la guerra. Allí, los dos grupos paramilitares empezaron a extorsionar por igual al comercio y desató una ola de asesinatos.  Este panorama llevó al cierre de la empresa distribuidora de gas en Yopal que no aguantó la presión y la extorsión de los dos grupos armados.

Toda esta guerra sin tregua ocasionó que el 20 de abril de 2001 alrededor de 15.000 personas salieran a protestar por la inseguridad. Ese día comerciantes, ganaderos, la población civil y los políticos rompieron el miedo y se atrevieron a pedir que cesara la violencia, bajo el lema: “Nuestro silencio está llenando de tumbas el llano casanareño”.
 
A pesar de que los combates se intensificaron y que en promedio se presentaban 10 muertos semanales, la Policía registró que, en el primer trimestre de 2001, sólo se presentaron 85 asesinatos. Estadística que mostraba profundas diferencias con los informes de la Defensoría del Pueblo, según los cuales, entre 1997 y los tres primeros meses de 2001, se presentaron 31 masacres, de las cuales 12 fueron en Yopal durante los primeros meses de 2001.

En 2001, 2.404 campesinos se desplazaron. Aún así, las autoridades decían que Casanare era ‘un remanso de paz’.

La situación llegó a tal extremo que unos 180 taxistas de Yopal fueron obligados a reunirse con ‘Martín Llanos’, en el sitio El Secreto, a pocos kilómetros de esta capital, para fijarle nuevos roles de comportamiento en sus vidas cotidianas. Los habitantesle obedecían a los dos bandos en medio de la zozobra.

En abril de 2001, ‘Llanos’ también llamó a 200 maestros del departamento que fueron obligados a ir a la vereda Brisas del Llano, cerca de Monterrey, donde el jefe paramilitar sentenció: “Quien vote por el Polo Democrático o por Horacio Serpa, debe asumir las consecuencias”, dijo un educador que asistió a la reunión y que hoy está refugiado en Villavicencio.

“Él llegó en un helicóptero pequeño que le decían la avispa, saludó a ex compañeros de la Normal Mixta de Monterrey, recordaron épocas de estudiantes y hasta se puso compungido. Luego echó un discurso de unos 15 minutos y se volvió a ir rumbo al piedemonte”, aseveró el maestro.
 
En medio de este panorama, Miguel Arroyave compró el Bloque Centauros a Carlos y Vicente Castaño a comienzos de 2002, al igual que los ‘Mellizos’, Miguel Ángel y Víctor Manuel Mejía Múnera, compraron el Bloque Vencedores de Arauca, organizaciones que terminaron haciendo una tenaza contra ‘Martín Llanos’ en Meta, Casanare y Arauca.

El principio del fin
En tanto que ‘Llanos’ abría frentes de guerra en todas sus zonas de influencia, en Mapiripán sus hombres comenzaban a sentir el cerco que le estaban tendiendo paramilitares de la Casa Castaño Gil.

No obstante, ‘los Urabeños’ no conocían el terreno y al principio entraron a combatir en desventaja frente a los hombres de Martín Llanos.

En videos que circularon en Monterrey y que fueron grabados por integrantes de las Acc en la zona, dieron cuenta de los combates entre los dos bandos en La Cooperativa y Caño Jabón, zonas rurales de Mapiripán.

Las imágenes dejaban ver cuerpos en estado de descomposición, equipos de campaña abandonados y fuego cruzado de ametralladoras que perseguían sin misericordia a jóvenes afrodescendientes que corrían despavoridos en unallanura desconocida y sin saber para dónde ir. Para ‘Llanos’ esta fue una victoria pírrica frente a lo que venía más adelante.

Tras la derrota inicial, Castañoenvió refuerzos a la zona de Mapiripán, con paramilitares de los bloques Centauros, Central Bolívar (BCB) y de San Martín,  que muy rápidamente lograron tener una superioridad numérica.

Entonces, los combates se volvieron más crueles y las bajas de ‘los Buitragueños’ llegaron a 300. Luego de arrinconar a la gente de ‘Martín Llanos’, los hombres de Castaño avanzaron hacia el norte de Casanare, de donde también sacaron hacia el sur a alias ‘HK’, hombre de suma importancia en las Acc.

Según cuentan algunos sobrevivientes de Monterrey, en esos combates fue vital la participación de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) que bombardeó sus posiciones, y de acuerdo con testimonios de un ex comandante del Bloque Centauros, todo se dio porque Miguel Arroyave pidió ayuda a un alto oficial para acabar con la gente de ‘Martín Llanos’.

Según la versión publicada por Semana, un avión Tucano y cuatro helicópteros Arpía, participaron de las operaciones militares en las que fueron derrotadas las Acc.

Cercado por las acciones de sus enemigos, ‘Martín Llanos’ se atrinchera en El Tropezón, a pocos kilómetros de Puerto López, quedándole sólo Paratebueno y el Banco del Oso, como cuarteles de retaguardia. Desde estos lugares se movía hasta que comenzaron los bombardeos de las FAC, institución que logró ubicar el helicóptero del jefe de las Acc y se lo quitó.

Con pocos hombres y el sol sobre su espalda, Héctor Buitrago, ordena a los mandos medios que le quedaban, alias ‘HK’, ‘El Boyaco’ y José Darío Orjuela, alias ‘Solín’, iniciar un proceso de reclutamiento en los barrios capitalinos de Ciudad Bolívar, Soacha, Kennedy, Bosa y Suba. Lo mismo hicieron en el barrio Morichal de Villavicencio, de donde se llevaron por la fuerza a 30 niños. “Mucha gente debió salir de las veredas Caribayona y El Piñal, porque se estaban llevando forzadamente y con engaños a niños de hasta 12 años”, denunció la madre de uno de esos menores que logró rescatarlo del monte y salir a otra ciudad del país.

Fueron muchas las versiones de adolescente conocidas, en su momento, sobre los horrores al interior de las Acc. “El que lloraba lo mataban frente a los demás. Y si alguien se dormía haciendo guardia, era peor”, narró el familiar de otro menor que fue detenido durante una acción del Ejército quien se lo entregó al Instituto de Bienestar Familiar (Icbf).

Las confrontaciones se extendieron hasta comienzos de 2004, año que fue definitivo para las dos facciones paramilitares. Una de esas batallas comenzó el 20  de febrero y se prolongó por cinco días en el sitio conocido como Caribayona, del municipio de Villanueva.

Allí, según el relato de algunos de sus pobladores, los dos grupos paramilitares se citaron para hacer ‘honor’ al pacto de que quien ganara en ese terreno, se quedaba con él. Durante esos días más de 140 paramilitares de ambos bandos murieron en los enfrentamientos y unos 20 soldados campesinos de Villanueva perecieron luego de que la retaguardia de Arroyave los emboscara en su retirada hacia la zona rural de Barranca de Upía.

Pastor Soler, la única persona que se quedó en el pueblo, debido a su sordera no se dio cuenta que por encima de la casa cruzaba toda la artillería de los dos grupos y que las balas de fusil impactaron hasta en la cocina. Él vivía al lado del río Túa, una frontera imaginaria que los paramilitares trazaron como punto de honor. “Los tractores arrastraron zorras llenas de cuerpos todo el día 26 de febrero y los que no pudieron levantar, los samuros (cuervos) se los comieron”, revelaron campesinos que vivieron entre Caribazo y el Piñal.

Pero aún faltaba más por suceder en esa absurda y delirante guerra: “En la zona de combate, cuando le preguntaban a los menores y a los adultos que si estaban cansados, y si ellos respondían afirmativamente, los fusilaban. Lo mismo pasaba con los heridos que llegaban a Puerto López y a Monterrey: cuando le preguntaban a las enfermeras si eran graves las heridas de los ‘paracos’, los reunían en un solo grupo y les lanzaban una granada o les disparaban ellos mismos”. dijeron a VerdadAbierta.com testigos de los hechos.

Los enfrentamientos continuaron esporádicamente en las sabanas entre Villanueva, Monterrey y Tauramena. “En ese tiempo ‘los Urabeños’ retomaron la zona y al igual que la gente de ‘Martín Llanos’, de quienes aseguraban tenían pacto con el diablo. Ellos cogían a los prisioneros y los metían a un corral, sólo les daban una comida diaria, y cada semana degollaban uno. Eran muchachos que se pintaban las uñas de negro y hacían filas para beber sangre de las víctimas”, narró otra mujer cuya hija vivió un tiempo con uno de ellos.

En julio de 2004 la guerra no cesaba. Mientras el Ejército desocupaba a El Tropezón y capturaba a la gente de las Acc, en las afueras de Monterrey los cuervos hacían de las suyas cuando Héctor Julio, el sepulturero, no le alcanzaba el tiempo y los alientos para enterrarlos. Él era el encargado de avisarles a las madres que sus hijos cayeron en combate.

En un solo día a Puerto López llevaron 30 muchachos muertos y a Tauramena otros 20, asesinados en combates en el hato La Candelaria, de donde fueron sacados por tractores y echados al río Metada con sus estómagos abiertos para que no flotaran.

El cerco y el acoso militar de ‘los Urabeños’ en los hatos Las Delicias, El Yarí, El Retorno, El Tranquero. El Atajo y Los Lobos, entre muchos, llevó a que ‘Martín Llanos’ organizara una manifestación con habitantes de los municipios de Villanueva, Villa Carola y Sabanalarga. Una arremetida que llevó a decenas de familias a refugiarse en Tauramena y Monterrey, hasta donde llegaban advertencias de muerte del Bloque Centauros.

Fueron 30.000 personas que obligadas a salir a la Troncal de la Selva a protestar porque el Ejército no hacía nada contra la arrolladora máquina de guerra de Miguel Arroyave.

Cuando el fin estaba cerca, ‘Martín Llanos’ se refugió con una guardia de 10 hombres y 70 niños – reclutados en Bogotá, Villavicencio y la región-, quienes fueron utilizados como escudos para que el jefe paramilitar cubriera su huída.

Días después, el 26 de septiembre, la Presidencia de la República confirmó en un comunicado que 79 hombres de las Acc fueron muertos. Muchos de los combatientes se entregaron y otros fueron capturados, mientras que ‘Llanos’ huyó herido hacia Ecuador, luego pasó a Brasil y de ahí a la frontera de Colombia con Venezuela, desde donde envía mensajes a Monterrey advirtiendo que cobrará venganza contra quienes se les ‘voltearon’.

Aunque cientos de paramilitares de los bloques Centauros y del Casanare se desmovilizaron, en la región existe la versión de que ‘Martín Llanos’ continúa a la sombra en los alrededores, tratando de recuperar el poder político y militar, al tiempo que pide su inclusión en Justicia y Paz. Una sombra que aun se pasea sembrando el terror por los llanos de Casanare.