La Novena Conferencia: auge y declive

      
alfonsocanoyjoaquingomezTras la muerte de ‘Tirofijo’ asumió el mando Alfonso Cano, aquí junto con Joaquín Gómez otro miembro del secretariado de las Farc. Foto SemanaEntre la octava conferencia de 1993 y la novena de 2007. La Farc subieron a su apogeo máximo y cayeron a, quizás, la más grave crisis de su historia.

Las Farc llevaron a cabo con éxito lo que planearon en el 93. Entre 1995 y 1998 le asestaron graves golpes al Ejército. En Las Delicias, La Carpa, El Billar, Puerres, Patascoy, Mitú guerrilla y fuerza pública se enfrentaron como si los dos fuesen ejércitos regulares. Lo preocupante para el Estado es que las Farc ganó esas batallas y se llevó 500 miembros de la Fuerza Pública como prisioneros.

Para financiarse, esta guerrilla autorizó a sus frentes la extorsión generalizada y  si las víctimas no pagaban la “vacuna”, apelaron al delito del secuestro como una práctica tan cotidiana que perdieron cualquier sentido ético del dolor que les causaban a los colombianos trabajadores. En 2001, casi tres personas al día caían en sus “pescas milagrosas” o en sus operativos armados y muchos pasaron años encadenados y enfermos en las selvas, y no pocos murieron en cautiverio.

Fue además un error político que les saldría caro, pues la rabia cultivaron entre la gente anuló cualquier simpatía que podría haber despertado su lucha y le dio respaldo a una ofensiva militar sostenida de más de una década.  

La urgencia de expandirse los llevó también asumir un papel más activo en el tráfico de cocaína, y de cobrar gramaje – impuesto a la producción y procesamiento de la coca – pasaron a regular precios en zonas cocaleras, cobrar por las rutas que abrían y cuidaban e incluso, en algunas zonas, participar en la exportación de cargamentos de cocaína.

El rápido crecimiento del poderío de las Farc hizo sonar las alarmas en la dirigencia del Estado colombiano, y también en Estados Unidos. De esa preocupación, comenzó a cocinarse en 1998, el Plan Colombia, una ofensiva militar y política que empezó formalmente en 2000, y que incluyó unos 1.200 millones de dólares de ayuda estadounidense. Esta incluyó la compra de helicópteros, pues la movilidad aérea era crucial para superar a los guerrilleros, asesoría militar para la modernización de lasFuerzas Armadas colombianas y la vigilancia electrónica y otras formas de inteligencia.

Al tiempo que reforzaba la Fuerza Pública, el gobierno de Pastrana ofreció a las Farc abrir una nueva ronda de negociaciones de paz.  Estas se desarrollaron entre enero de 1999 y febrero del 2002, y terminaron en un gran fracaso. Mientras hablaban de paz, las dos partes, gobierno y guerrilla fortalecieron sus ejércitos para la guerra. Y además, el paramilitarismo, organizado bajo la sombrilla de las Auc,  desató una campaña nunca vista de expansión y exterminio, disputándole control de población y negocios a la guerrilla, en los mismos años en que gobierno y guerrilla conversaban en el Cagúan.

Las Farc aprovecharon la enorme zona que les despejó el gobierno para los diálogos, sin presencia de la fuerza pública, en los municipios de La Uribe, Vista Hermosa,  Macarena y San Vicente del Cagúan, no para la paz, sino para la guerra. Se reentrenaron, reclutaron, fortalecieron sus finanzas con más secuestros y narcotráfico; ampliaron su base de mandos y combatientes.

La reacción política contra las Farc, luego del gran engaño en el Cagúan, terminó en un respaldo masivo al candidato presidencial cuya bandera principal era combatirlas hasta derrotarlas. Así ganó Álvaro Uribe, y cumplió su promesa, de acrecentar el presupuesto militar a niveles nunca vistos en Colombia (llegó a niveles del 6,8 por ciento del PIB y hoy está un poco por debajo del 4 por ciento del PIB) principalmente para combatir a las Farc.

La política de Seguridad Democrática de Uribe  consiguió ponerlas a la defensiva, diezmarles su fuerza y reducir el secuestro (de 973 secuestros que cometieron  las Farc en 2002, pasaron a cometer 120 en 2007). Aún así, las Farc, que mantuvieron como rehenes a unos 50 secuestrados de los tiempos de auge, consiguieron sostener una gran presión nacional e internacional para conseguir su liberación.   

En su repliegue, las Farc convocaron a la Novena Conferencia, con tantas dificultades que no hay certeza si fue una reunión presencial o virtual, pero se sabe que se realizó en el primer trimestre de 2007. Fue la última conferencia con Marulanda como comandante, pues éste murió el 26 de marzo de 2008.

Esta conferencia reafirmó su estrategia de guerra, pero la nueva táctica sería la de volver a la guerra de guerrillas clásica: golpear en pequeños grupos, sabotaje, trampas arteras con minas antipersonales, y volver a la retaguardia.

Desde esa reunión, las Farc perdieron a su líder histórico, Manuel Marulanda, al jefe que lo reemplazó, Alfonso Cano, y que cayó abatido a fines de 2011, y a otros miembros del Secretariado, el Mono Jojoy, Iván Ríos, Raúl Reyes; y casi la mitad de sus 31 miembros del Estado Mayor Central han sido muertos, encarcelados o se han entregado.

Hoy el nuevo jefe de la organización usa el nombre de guerra Timoleón Jiménez, y el segundo al mando, conocido como Iván Márquez, es el vocero principal de una nueva negociación de paz con el gobierno Santos.

Haga clic sobre las imágenes para acceder a las conferencias.