Los doce sicarios de ‘Juancho Dique’ en Cartagena

      
Entre 2003 y 2004, doce sicarios de las autodefensas se encargaron de hacer una “limpieza social” en las calles de Cartagena. En versión libre alias ‘El Primo’ contó que estaban al mando de ‘Juancho Dique’ y asesinaban por encargo de empresarios, comerciantes y de agentes de los organismos de seguridad.
En breve: Aleider García Soto alias ‘El Primo’ relató en Justicia y Paz, cómo el jefe paramilitar ‘Juancho Dique’ conformó un grupo de doce gatilleros que asesinaban por encargo en Cartagena entre 2003 y 2004.

Lugares que menciona: Cartagena

Paramilitares que menciona: Juancho Dique, ‘Juancho’, ‘El Enano’, ‘Correcaminos’, ‘El Primo’, ‘Bonice’ y ‘Guerrilla’. ‘El Mono’, ‘El Pollo’ (ya fallecido), ‘El Flaco’, Dorado, Emel Ovallos, ‘Geño’, ‘Jonás’, ‘Wilson’ y ‘El Viejo’.

El desmovilizado alias ‘El Primo’ contó cómo ‘Juancho Dique’ organizó un grupo de asesinos a sueldo de los paramilitares en Cartagena. Foto Verdad Abierta.

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En Cartagena, entre 2003 y 2004, hubo doce sicarios al servicio del Frente Héroes de los Montes de María cuyo jefe era Uber Bánquez Martínez, alias Juancho Dique, actualmente preso en la cárcel Modelo de Barranquilla, que se encargaron de asesinar por encargo y hacer una mal llamada ‘limpieza social’ en la ciudad.

‘Juancho Dique’ era quien daba las órdenes. Pero, las razones y el nombre de la víctima , presuntamente se ordenaba a partir de listas que confeccionaban los empresarios, comerciantes, transportadores y ganaderos que se sentían afectados por alguien que implicara riesgos para sus negocios, según lo aseguró Aleider García Soto, conocido con el alias de ‘El Primo’, un desmovilizado del frente Héroes de los Montes de María, que hizo parte del grupo de sicarios.

Sin mencionar nombres, ‘El Primo’ aseguró que no eran los únicos que les encargaban asesinatos. También recibían papelitos del DAS, la SIJIN, el Ejército y otros organismos de seguridad del estado.

Inicialmente, cuando el grupo se conformó en “Rancho Sabroso” en el 2002, una finca en inmediaciones de Cartagena, las instrucciones de alias Juancho Dique fueron: “ustedes saben qué tienen que hacer. Aquel que la cague se muere”.

“Cagarla” era usar el nombre de las AUC en beneficio propio, atracar, usar las armas en trabajos que no fueran ordenados por la empresa, utilizar el nombre del grupo paramilitar para intimidar. Era una especie de código disciplinario. La labor de ustedes, les dijo el ex jefe paramilitar, es “combatir a la guerrilla y a la delincuencia común”.

La idea, según confesó en su primer día de versión libre alias ‘El Primo’, era “limpiar a la ciudad”, porque según ellos se estaba perdiendo en medio de la delincuencia y las drogas.

Las órdenes, entonces, no se ejecutaban sino mediaba un aval de quien fungiera como cabecilla. Tenían una organizada división del trabajo: los empresarios, comerciantes, ganaderos y agentes de seguridad del estado, convencidos de tener derecho a quitar vidas, enviaban los nombres de las víctimas con el financiero. El contacto entre los determinadores y los ejecutores, se realizaba gracias al cobro del impuesto de seguridad que pagaban para tener esa tranquilidad.

El jefe financiero recogía “el papelito” con los nombres, lo entregaba a ‘Juancho’ y éste repartía las tareas. Había un comandante urbano, inicialmente un grupo de motorizados y un grupo de gatilleros. En el primer grupo se encontraban ‘El Enano’, ‘Correcaminos’, ‘El Primo’, ‘Bonice’ y ‘Guerrilla’. Entre los sicarios se encontraban ‘El Mono’, ‘El Pollo’ (ya fallecido), ‘El Flaco’, Dorado, Emel Ovallos, quien después pasó a ser financiero y ‘Geño’. ‘Jonás’, y Wilson eran encargados de transportar las armas y alos sicarios desde sus caletas hasta el lugar del crimen.

En el grupo también se encontraba alias ‘El Viejo’, quien se encargaba de señalar a las víctimas.

Este grupo se hizo particularmente temido entre 2003 y 2004, los más sangrientos en la Ciudad Heroíca. Su fórmula criminal se repetía en cada hecho de sangre: siempre la ejecución estaba a cargo de un gatillero o dos, dependiendo del número de víctimas; y al esbirro lo esperaba siempre un motociclista a pocos metros para sacarlo de la escena del crimen.

Además del motociclista, a quien denominan “el sacador”, porque se encargaba de rescatar al asesino de la escena del crimen, también participaban un taxista que se encargaba llevarlo donde se encontraba su víctima y, si el “trabajo” a realizar implicaba un grado de dificultad, en la zona siempre merodeaba o estaba atento un observador que se ocupaba de hacer una descripción de tiempo, modo y lugar alrededor de la víctima.

En algunos casos, si había mucha gente alrededor de la víctima aplazaban la ejecución unas horas más. También si había niños frenaban el homicidio por varios días. En el caso de que estuviera dentro de su casa o en un sitio público, no se exponían.

Después de realizado el crimen, un taxista esperaba a unas cuantas cuadras a que el motociclista (sacador), les entregara ileso al matador. El motociclista seguía su camino solo y el taxista con el asesino salían de la escena y después cada uno buscaba la tranquilidad de su hogar donde escondían las armas, todas de dotación de la “empresa”: Pistolas 9 milímetros y revólveres. Allí se quedaban quietos varios días.

Por el grupo pasaron varios gatilleros y algunos jefes duraron poco, como ‘El Pollo’ y ‘Moscatel’, quien asesinó uno de sus escoltas. Este último fue jefe financiero y también lo conocían como David, su nombre real, pero se desconoce su apellido. También estuvo durante cuarenta y cinco días como comandante militar Emiro Correa Viveros, alias ‘Convivir’, quien hace varias semanas rindió versión libre ante Justicia y Paz.

La rutina de un homicidio dependía de los hábitos de la víctima: a qué hora se iba a trabajar, que hacía durante el día. Qué sitios frecuentaba, si acostumbraba ir solo o acompañado. También se cuidaban de cambiar las placas para no “calentar” el vehículo, la moto o el taxi. Ambos tenían placas legales, obtenidas en el tránsito distrital, y la original nunca se utilizaba para no calentar el vehículo.

Así, cuando se vendía la moto no tenía registros por homicidios o cualquier delito cometido por los miembros del grupo. Incluso, cuando la policía los detenía, radiaba las placas (solicitaba antecedentes), y nunca tuvieron problemas. La rutina también era apoyada por la fuerza pública, a la que ponían en conocimiento de la planeación de un homicidio y despejaban el área, se retiraban o apagaban los equipos. Se desconectaban mientras el grupo urbano de las autodefensas cometía sus fechorías. Exactamente, dijo ‘el Primo’, “nos daban media hora para hacer la vuelta”.

Y para que esto funcionara se necesitaban contactos que informaran. Por ejemplo, cuando se avisaba a los “primitos del” DAS, había un contacto y con el ejército el encargado era alias ‘El Pillo’, un especialista en robarle gasolina a Ecopetrol en la zona de Santa Rosa, un municipio al norte de Bolívar. Ese combustible era para las finanzas de las AUC. Pero “la vuelta” era cometida por ellos. Entre martes y miércoles Aleider García, alias ‘El primo’, confesó diez de los más de 300 homicidios cometidos por el grupo en dos años. El mes más sangriento fue abril de 2003, cuando fueron asesinadas 80 personas selectivamente, másde dos diarias.

Pero así como no ejecutaban una acción si creían que podían poner en riesgo a menores o porque había muchas personas y corrían peligro ellos también, en ocasiones buscaban la manera de sacar a las víctimas del sitio donde se encontraban y si no entraban y cumplían la orden contra su propio código. Como ocurrió con dos personas asesinadas en un billar en Nelson Mandela,en el suroccidente de Cartagena.

La orden que tenían era matar a los miembros de una familia Lobo porque presuntamente tenían una banda y habían asesinado a un líder cívico en el barrio. En los hechos murió el dueño del billar y otro de sus familiares. A la víctima la apodaban ‘huesito’ y quien disparó fue ‘El flaco’, mientras “El Mono” lo cubría. Esa era “una familia peligrosa”, dijo ‘El Primo’ en su versión al referirse a los Lobo.

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