Cuco Vanoy no se acuerda de nada

      
Muy difícil ha sido para la Fiscalía y las víctimas que el ex jefe del bloque Mineros pueda aclarar los crímenes que cometió y cometieron sus hombres durante el tiempo que hicieron presencia en el Norte y el Bajo Cauca antioqueños.
En breve: son pocos los datos los que ha entregado el desmovilizado jefe del bloque Mineros, Ramiro Vanoy Murillo, alias Cuco Vanoy, sobre los crímenes atribuidos a esta estructura de las Auc, en especial las masacres de La Granja y El Aro.

La versión libre de ‘Cuco’ Vanoy desde Estados Unidos fue un fiasco para las víctimas. Foto Semana.

El señor ¡No!, porque no sabe nada, no conoce nada y no se acuerda de nada… Con ese calificativo se refirieron varias de las víctimas que asistieron a la transmisión de la audiencia de versión libre de Ramiro Vanoy Murillo, alias Cuco Vanoy, que se celebró en Miami, Estados Unidos, donde es procesado por tráfico de drogas.

Varias de las personas afectadas por las acciones de Vanoy Murillo cuando era el comandante del Bloque Mineros, de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) se sintieron engañadas, al abandonar una sala especial acondicionada en el Palacio de Justicia, José Félix de Restrepo, en Medellín, donde fue retransmitida la audiencia.

El Gobierno extraditó a Cuco Vanoy junto a otros 12 desmovilizados jefes de las Auc el 13 de mayo pasado, por considerar que seguían delinquiendo, pese a su compromiso de decir la verdad de su participación en el conflicto colombiano y de reparar a las víctimas

“Nada, no me dijo nada, solo que cuando pasó lo de mi hija él ya estaba desmovilizado”, dijo Astrid que esperaba una respuesta del paradero de hija Martha Lucía Suescún, una joven de 17 años de edad, desaparecida el 19 de septiembre de 2006.“Todo el mundo sabe que ellos seguían delinquiendo y recibiendo órdenes desde Itagüí”, en alusión al sitio de reclusión en el que estuvo Vanoy Murillo antes de ser enviado a Estados Unidos.

Era su niña, por la que ha atravesado medio país en busca de una pista de su paradero, “pero nada; lo único que sé es que un jefe de ellos (los paramilitares) se enamoró de ella”.Se la llevaron para el corregimiento El Guaímaro, de Tarazá, “una zona coquera, donde todavía mandan ellos y donde me amarraron a mi niña porque no quiso irse con el tipo ese”.

Ya le preguntó a Vanoy Murillo y el desmovilizado le dijo que nada sabía porque cuando sucedieron los hechos, “él estaba en la cárcel”, pero Astrid se fue hasta el propio Guaímaro y “le pregunté a un tal R-15 por mi muchacha”, le mostró una foto, la miró y “solo me dijo que contra ella no tenían nada… pero no aparece, como si se la hubiera tragado la tierra”.

Búsqueda incansable

Astrid irá hasta donde puedan con tal de encontrar una respuesta y en esa misión la apoya Alicia, la madre de John Edison Lopera, un joven sacado de un parqueadero del centro de Medellín (Carabobo con La Paz), el 25 de febrero de 2003.“Qué me diga por qué lo mataron” es la aspiración de esta madre que, en principio, pensó que había sido la gente de don Berna (Diego Fernando Murillo Bejarano) “la que se lo llevó, pero alguien de ellos me dijo que le preguntara a Cuco Vanoy”.

“No, dizque no sabe nada, pero que va averiguar”, le dijo el ex jefe paramilitar. Esa respuesta es la única reparación que espera Alicia, porque a John Edison se lo llevaron con otro amigo, de nombre Felipe, los mataron dentro de un vehículo y luego “los tiraron a una cuneta por el Alto de Matasanos”, al occidente de Medellín.

A Hernando también le basta una explicación del crimen de su hermana, Luz Adiela Angulo Martínez, asesinada por los hombres de Cuco Vanoy, el 15 de julio de 2002, “cuando bajaba de la vereda a las fiestas patronales”.

“Si, que me diga por qué la mató y que me diga dónde está el caballo de Adiela”, porque está convencido de que su hermana jamás tuvo vínculos con grupo armado alguno, como la acusaron antes de pegarle un tiro de fusil en la cabeza.Su único pecado fue velar por los intereses de la vereda Yurimán, de Briceño, Norte antioqueño, “donde vivía y donde se destacó” como presidente de la Junta de Acción Comunal.

“La pararon en el Filo de La Tórtola, la bajaron del caballo, se la llevaron para un potrero y luego la mataron”, lo malo es que entre los asesinos estaba un viejo compañero de clases, “que lo único que me dijo es que las cosas ya habían pasado y que nada se podía hacer…”

Nada de nada

Vanoy Murillo no respondió estas ni muchas otras preguntas que le hizo la fiscal 15 de Justicia y Paz en la corte sur de la Florida sobre muchos de los hechos imputados al bloque Minero y a las autodefensas en el Norte y Bajo Cauca antioqueño, entre ellos las masacres de La Granja, en junio de 1996, y El Aro, en octubre de 1997.

Sobre La Granja dijo que ocurrió cuando el bloque Mineros no se había constituido y cuando operaba en la zona gente de Carlos Castaño y Salvatore Mancuso.Dijo que se enteró de los pormenores de esa matanza en la cárcel de Itagüí, pese a que unos de los autores materiales, José Iginio Arroyo, alias ocho-cinco, se desmovilizó como uno de los comandantes del bloque de Vanoy Murillo.

Sobre El Aro sostuvo que su única responsabilidad fue “prestarle” 50 de sus hombres a Castaño y Mancuso, “tropa” que recogió en Tarazá alias Cobra, uno de las personas que comandó la incursión a ese caserío, donde murieron 17 personas, la mayoría mutiladas y descuartizadas.

La fiscal le insistió sobre las torturas infringidas a las víctimas, sobre el robo de 1.200 reses de ganado y sobre las amenazas a un grupo de campesinos para que las arriara hasta una finca en el Bajo Cauca, pero Cuco Vanoy dijo que siempre daba instrucciones a sus hombres de respeto a los civiles.

Agregó que ya en los operativos eran los comandantes los que se salían de esa instrucción y cometían los desafueros, al punto que supo lo que había pasado en El Aro durante una condecoración que les hizo Mancuso a las personas que perpetraron la masacre, en una finca de Tarazá.

También aceptó lo del robo del ganado, pero explicó que escuchó lo de las reses en la misma ceremonia.Vanoy Murillo solo aceptó la muerte del médico y concejal de Tarazá Abraham Miguel Vives, crimen ocurrido el 16 de octubre de 2002, en una finca de su propiedad, luego de enterarse de que el galeno le había entregado a un guerrillero de las Farc un mapa con las especificaciones de las propiedades del ex jefe paramilitar.

Sostuvo que el médico fue descubierto por sus hombres colaborando con la guerrilla, pero Vives a cambio de que le respetaran la vida, le ofreció sus servicios personales.Ese vínculo se mantuvo hasta que sus hombres capturaron al guerrillero con los mapas y este les dijo que se los había entregado el médico.

Vanoy Murillo también aceptó el homicidio del inspector de Policía John Jairo Monsalve, supuesto colaborador de las Farc, pensaba entregarle a esa guerrilla personas cercanas al desmovilizado paramilitar.