Ante fiscales y magistrados de Justicia y Paz, el exjefe paramilitar Raúl Hasbún narró un episodio inédito en la historia del paramilitarismo en esta región antioqueña: de cómo algunos empresarios enviaron de paseo a sus hijos a los campamentos del líder de las autodefensas en Puerto Boyacá.

Corría el año 1986 y en Colombia el nombre de Henry de Jesús Pérez era el centro de un encendido debate entre importantes sectores políticos nacionales. ¿La razón? Pese al rechazo de representantes de la izquierda democrática, hubo un amplio sector que legitimó el modelo de autodefensa que este hombre creó e impuso en el Magdalena Medio.

Pérez no solo tenía simpatizantes entre los políticos tradicionales. También había aceptación de un sector del empresariado, entre ellos deun grupo de bananeros y ganaderos del Urabá antioqueño que no encontró reparo en enviar de paseo a sus hijos a los campamentos donde se entrenaron los hombres que hicieron de Puerto Boyacá la llamada “capital antisubversiva de Colombia”.

Raúl Hasbún fue uno de esos jóvenes “excursionistas” que viajó desde el corazón de Urabá hasta el centro del país para conocer a Henry Pérez, el hombre más temido y repudiado, pero a la vez más admirado del país en aquella época. Lo paradójico es que años después de esa visita Hasbún se incorporó a filas del paramilitarismo, donde fue conocido con los alias de ‘Pedro Ponte’ o ‘Pedro Bonito’, el nombre de guerra con el que comandó una de las facciones de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) que más azotó al Urabá antioqueño: el Frente Arlex Hurtado.

Recientemente Hasbún entregó detalles de esos viajes a fiscales y magistrados de Justicia y Paz. Ante ellos narró, por ejemplo, que en 1986 estuvo en las fincas donde entrenaban las autodefensas de Puerto Boyacá. Para ese entonces, las acciones de las guerrillas de las Farc y el Epl tenían en alerta máxima la región de Urabá.

“Yo fui una vez con otros bananeros, de mi edad también. Pero no fui el único, ni fue el único viaje que se hizo. Ese era el ‘chisme de corrillo’ de la época”, relató Hasbún. “Nos recibieron en Acdegam (Asociación de ganaderos y agricultores del Magdalena Medio, creada por Henry Pérez), nos atendieron los militares, el alcalde, nos hospedaron en buenos hoteles”.

En su versión ante la justicia, y en un tono que dejó ver algo de indignación, alias ‘Pedro Bonito’ indicó que oficiales del Ejército adscritos al Batallón Voltígeros, una unidad militar de la Brigada XVII, con sede en Carepa, alentaron los viajes delos bananeros y ganaderos de Urabá al Magdalena Medio.

“Nosotros llegábamos recomendados por los comandantes del batallón Voltígeros. Ellos también ayudaban a organizar estos paseos”, señaló Hasbún y cuestionó su encarcelamiento: “yo no entiendo por qué estoy preso, si fue el mismo Ejército el que nos recomendó que nos armáramos ilegalmente, que importáramos grupos de autodefensas a la región de Urabá ante la incapacidad del Estado para mantener a raya a las guerrillas”.

De Puerto Boyacá a Urabá

El hombre clave en esos viajes es Mario Zuluaga Espinel. De acuerdo con Hasbún, fue él quien sirvió de puente entre los ganaderos y bananeros con Henry de Jesús Pérez. “Mario le compró unas fincas a mi familia y el Epl se las invadió. Eso fue por allá en 1984 o 85. Así fue como lo conocí”, declaró el exjefe paramilitar.

En efecto, tal como lo documentó la Fiscalía 47 de la Unidad de Justicia Transicional (antes Justicia y Paz), Zuluaga Espinel llegó a mediados de la década del 70 a la región de Urabá, concretamente al municipio de Carepa. Desde ese momento comenzó a comprar fincas bananeras y para mediados de los años 80 ya era reconocido en el gremio y uno de los más importantes e influyentes en la política regional.

En 1984, Zuluaga Espinel entró en negocios con la familia Hasbún, oriunda de Barranquilla y que logró amasar una importante fortuna por cuenta de sus actividades bananeras en el Urabá antioqueño. A Emilio, padre de Raúl, Zuluaga le compró dos fincas por valores que superaron los 60 millones de pesos, entre ellas San Jorge, ubicada en uno de los accidentes geográficos que forma el mar al entrar al municipio de Turbo, llamado Punta Coquitos.

Zuluaga Espinel y Punta Coquitos serían nombres de primer orden en ese relato escrito a sangre y fuego que fue la historia del Urabá antioqueño a finales de la década de los 80. En 1991, la justicia condenó a Zuluaga Espinel a 35 años de prisión tras encontrarlo responsable intelectual de la muerte de 17 campesinos que fueron masacrados el 4 de marzo de 1988 en la finca bananera de La Honduras, ubicada en el corregimiento de Currulao, Turbo.

En 1994, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia confirmó la sentencia tras la apelación del bananero. Aunque este hecho fue atribuido a hombres al servicio de Fidel Castaño, hay quienes señalan la participación de combatientes de Henry Pérez en esta masacre y en las que le siguieron poco tiempo después: La Negra y Punta Coquitos. En el libro Guerras recicladas, la periodista María Teresa Ronderos describió cómo un grupo de paramilitares entrenados y asentados en Puerto Boyacá atravesó medio país para iniciar una aterradora y sangrienta ola de matanzas en el Urabá.

“La Juez Segunda de Orden Público de Bogotá, con base en investigaciones de instrucción criminal y del DAS, pudo determinar que el teniente Pedro Bermúdez había capturado a trabajadores de La Honduras y de otras fincas por tener armas. Estos le sirvieron de guía a Bermúdez y al capitán Luis Felipe Becerra cuando fueron acompañados por civiles que habían venido desde Puerto Boyacá a perpetrar la masacre”, se lee en la publicación.

¿Yair Klein en Medellín?

En su empeño por esclarecer la verdad, la Fiscalía 47 entrevistó a Mario Zuluaga en su sitio de reclusión en 2011. Apartes de sus declaraciones fueron presentadas en audiencia de legalización de cargos realizada recientemente ante la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Medellín. De todo lo expuesto hubo un detalle que llamó la atención de magistrados y asistentes.

Se trató de la mención del bananero de una reunión que tuvo con el mercenario israelí Yair Klein en Medellín. “Fui convocado por varios bananeros a una reunión en Medellín con Yair Klein. Eso fue como en 1986 o 1987. Pero no se pudo concretar nada por los altos costos”, fue lo único que indicó Zuluaga en su entrevista con la Fiscalía 47.

Sobre el particular, no existen registros periodísticos ni judiciales que soporten la afirmación del bananero. Al ser interrogado al respecto, Raúl Hasbún manifestó no recordar nada sobre el tema. “Por la edad que tenía en ese entonces, no recuerdo, pero sí le puedo decir que la función de Mario era socializar y alentar el ingreso de las autodefensas de Puerto Boyacá al Urabá”, dijo el exjefe paramilitar, quien tampoco tiene claro cómo el bananero conoció a Henry de Jesús Pérez.

Más allá de ello, lo que deja claro la historia de Hasbún es que el fenómeno paramilitar sedujo a las clases altas del país, bien por afinidades ideológicas o bien por simple fascinación.

Réplica del modelo

Curiosamente, en el mismo escenario de la justicia transicional, otro exjefe paramilitar, Fredy Rendón Herrera, alias ‘El Alemán’, relató que en el año 2002, Vicente Castaño invitó a un grupo de hijos de prestantes hombres de la sociedad antioqueña residentes en Medellín a conocer los campamentos que los paramilitares tenían en el Urabá antioqueño.

“Vicente Castaño recibió en su finca de San Pedro de Urabá, en tres oportunidades, a grupos de muchachos y muchachas de la alta sociedad de Medellín y me pidió que los llevara con todas las medidas de seguridad por todo el río Atrato y que los llevara hasta la escuela de entrenamiento de Necoclí. Que les hablara de las autodefensas y que si querían, que pasaron por una pista de obstáculos en la escuela de entrenamiento”, narró alias ‘El Alemán’ ante fiscales de Justicia y Paz.

La pregunta que deja dicha declaración es, ¿quiénes eran estos jóvenes y si, como en el caso de Hasbún, algunos de estos ‘excursionistas’ también terminaron liderando bloques paramilitares o se vincularon a ella de manera más soterrada, aportando medios logísticos y financiación? La justicia tiene la palabra.