“Nadie mata a nadie sin saber quién es”

      
En entrevista con VerdadAbierta.com Jairziño Meza, alias ‘El Gato’, cuenta cómó, cuando desertó de las Farc, agentes de la Sipol en Sincelejo le ofrecieron trabajo en una finca que resultó ser el campamento de ‘Cadena’, ex jefe ‘para’ de Rincón del Mar.
Jairziño Meza Mercado, conocido con el alias de ‘El Gato’, desmovilizado del bloque paramilitar de Los Montes de María, es de San Andrés, corregimiento de Córdoba, Bolívar. Fue guerrillero de las Farc, durante dos años, entre 1997 y 1999. Ingresó al grupo porque en su pueblo, en esos años, la guerrilla controlaba la vida. “Para dónde uno cogiera, dice, había pura guerrilla”. Se aburrió porque durante los dos años se la pasó en el monte, ni siquiera fue al pueblo más cercano que era El Carmen de Bolívar. 

Un buen día se escapó y se entregó a la Brigada del Ejército en Corozal, donde inicialmente lo rechazaron porque no le creyeron que perteneciera al frente 37 comandando por ‘Martín Caballero’. Se fue para Sincelejo, donde por casualidad mientras conversaba con un taxista de que era desertor y que en el Ejército no le creían, el taxista le dijo que si quería lo presentaba con agentes de Inteligencia Policial (Sipol), con quienes después de conversar le ofrecieron como alternativa vincularse a un grupo armado que se encontraba establecido en una finca en San Onofre.  También le propusieron ingresar a un batallón en Barranquilla. Aceptó unirse a los paramilitares,  al grupo armado comandado por Rodrigo Mercado Pelufo, alias ‘Cadena’, en  1999. Fue su escolta  durante cuatro años, hasta 2004, cuando se retiró voluntariamente, pero después fue capturado por la Infantería de Marina.

Meza ingresó a la guerrilla porque las alternativas para un joven que no ha terminado bachillerato no eran muchas en su pueblo y, además, “él era travieso, le gustaba la pelea”. Ese temperamento conflictivo lo hizo visible en el pueblo y un día los guerrilleros le mandaron un mensaje citándolo al campamento. El acudió a la cita. Cuando llegó le dijeron que lo estaban esperando y que se tenía que quedar con ellos. Lo que hizo hasta que desertó.

Dice haber conocido a ‘Martín Caballero’ en diciembre de 1998. Meza abandonó la guerrilla porque supo que ésta había asesinado a un tío suyo que trabajaba con Los Méndez, un grupo armado que durante años se enfrentó a la familia Fernández de El Carmen de Bolívar.

Alias ‘Gustavo’, el exjefe guerrillero que comandaba un grupo en Córdoba, La Sierra y El Salado, le preguntó un día si conocía a un señor que se llamaba Nerys Meza. Jairzino le confirmó que era tío de él. ‘Gustavo’ se quedó mirándolo raro y por eso pensó que habían asesinado a su tío y desertó en febrero de 1999 y se fue para Barranquilla, a esconderse durante un tiempo porque cuando alguien abandonaba el grupo la orden era asesinarlo.

Recuerda que las veces que fueron al campamento de ‘Martín Caballero’ fue de noche. “Esos tipos caminaban de noche para que uno no se orientara y para tener a la gente escondida y no saber dónde se encuentra uno parado”. Cuando llegaron, ‘Caballero’ estaba en compañía de otro guerrillero conocido como ‘Dúber’  y había otros más, pero no recuerda sus nombres. Dice haber subido de La Sierra a El Salado, donde ‘Caballero’ tenía el campamento.

V.A.: ¿Y cómo logró desertar?

J.M.M.: Yo estaba haciendo guardia en un retén que íbamos a montar a la Infantería de Marina, que iban a pasar de El Carmen de Bolívar a Zambrano. Estábamos haciéndoles la emboscada en el km 14. Esa noche tomé la decisión de desertar. Cuando estaba prestando guardia me volé con una pistola, vestido con uniforme militar e insignia de las Farc. Esa noche yo me ubiqué en una loma bien alta para saber para dónde iba a coger, porque desde que ingresé a la guerrilla no volví a ver la luz eléctrica, eso era puro monte. Estando en lo alto del monte le pregunté a un guerrillo:
 
– ¿Oye, esa luz que se ve allá qué es?
Ese es El Carmen (de Bolívar), me dijo;

– Y aquella otra que se ve por acá, le pregunté.
Ese es Plato (Magdalena).

Dije: listo, tengo que atravesar la carretera y coger para Plato. Me volé a las 10 de la noche y al día siguiente, como a las 11 de la mañana estaba en Plato. Me fui a pie.Parecía un indio, todo peludo y rasguñado por los zarzales. Esos manes (la guerrilla), tienen unas fuerzas especiales. Los que tienen 10 o 15 años, los más veteranos, te siguen y como no te pongas pilas te cogen. Yo dije: después que me den media hora de ventaja, si me dejo coger es porque soy bobo.

Cuando llegué a Plato me encontré con un señor que iba en un burro, le pedí una camisa, un pantalón y unas abarcas, y boté el uniforme, pero me quedé con la pistola. Le pregunté al señor del burro para dónde iba por esa carretera y me dijo que a Bosconia, entonces me quedé del lado de Zambrano. Le pregunté si por ahí pasaba carro y me dijo que sí, que el primer carro que pasaba le metiera la mano, que ese me paraba. Y así fue, el primer carro que pasó me paró. Era una camioneta cargada de pan. Yo llevaba la pistola y un proveedor y tenía 150 tiros. Uno sabe que si lo cogen lo matan, entonces uno tiene que hacerse matar. El chofer se dio cuenta que yo iba armado porque se me cayó el proveedor y me preguntó. Yo le dije que venía volado de las Farc. Cuando llegué a Plato, pensé: si me tiro para Bosconia, Santa Marta, Barranquilla, me hacen un retén con el Frente 19 por Fundación. Me dio miedo y me devolví por la misma vía, y el carro en que iba de regreso paró por el mismo punto al que yo salí por la carretera cuando deserté; paró a recoger a unos manes que estaban con unos bultos de maíz. Yo estaba muy nervioso le dije que se pusiera pilas.
Cuando llegamos a El Carmen un guerrillero me saludó y me dijo: Oye, tú vas p’ allá; le dije que no, que yo estaba de permiso, que me iba más tarde. Me dieron ganas de matarlo, pero estaba cerquita de la Policía. Entonces fue cuando me vine para Barranquilla, durante varios días y no me dejé ver de nadie.

Un día en un sitio conocido como Metro Centro, me encontré con una gente del pueblo y se regó la vaina de que yo estaba en Barranquilla. La gente con la que me encontré me decía que me estaban buscando. No sé cómo hicieron, pero la guerrilla me ubicó. Pero una cosa es cuando uno está allá y otra cuando uno está en la ciudad. El físico cambia, todo. Yo vi al hombre y dije, yo lo he visto. Cuando lo miro otra vez digo: ‘estos manes son de las Farc, me están buscando’.

Yo tenía la pistola todavía y tomé la decisión de regresar, pero para el Ejército, para el Bafim 5 que opera en la misma zona. Llegué a mi casa de noche y salí de noche por Tacamocho, Santa Lucía y Magangué. Estando en Magangué tomé la decisión de vender la pistola porque no tenía plata y se la vendí a un señor de El Carmen. Se la vendí con una cadena de oro. Con la plata tomé la decisión de entregarme al Bafim cómo guerrillero.

V.A.: ¿Cómo se presentó?

J.M.M.: Había un soldado en la guardia y cuando llegué me preguntó qué a quién necesitaba.
Le dije que yo iba a entregarme, que yo era guerrillero. Y el man no me creyó.

– Usted no es ningún guerrillero, váyase de aquí.

Yo me eché a reír y me fui. Si hubiera tenido una pistola lo hubiera matado, pero me monté en un bus y me fui para Sincelejo y me quedé tres días en un hotel. Después tomé la decisión de presentarme a prestar el servicio, me tomaron los datos y me dijeron que regresara al día siguiente. Cogí un taxi para regresar al hotel y cuando iba en el taxi le dije al chofer: estos manes valen mierda (perdona la palabra). Yo soy guerrillero, me vengo a entregar y no me quieren coger. Yo no sé si el del taxi trabajaba en inteligencia, en una vaina llamada Sipol, pero el man me dijo:

– ¿Tú eres guerrillero, te quieres entregar?

Entonces llamó a una persona para que me recogiera y al rato estaban dos carros de la Sipol. Me metieron a una oficina y ya tenían fotos mías y de todo el grupo guerrillero. Yo no sé cómo hicieron, pero como veinte días antes de ingresar a las Farc, llegaron al pueblo a tomarnos fotos y a sacarnos muestras de sangre por si en caso de combate ya sabían a quién le podían sacar sangre y a quién no.

Cuando llegué a la Sipol me preguntaron por ‘Martín Caballero’, por ‘Dúber’, por ‘Boris’ y por otros comandantes. Después me llevaron para la Primera Brigada de la Infantería. Estando allí me presentaron un álbum y reconocí a algunos guerrilleros. Me preguntaron que si quería trabajar con ellos y les dije que para las que sea. Estuve cuatro días en la Brigada. Había un sargento negro, alto, cara dañada y había otro de inteligencia. Me preguntaron qué a quien le había vendido la pistola y dónde vivía el comprador. Por señas llegamos hasta la casa del man, yo lo señalé y el señor la devolvió diciendo que daba por perdida la plata, la pistola era del Ejército.
Después de eso me preguntaron que si quería trabajar con ellos en una casa en Barranquilla o en una finca por los lados de Tolúviejo. Yo dije, preso no quiero ir, mándenme para la finca. Salimos para la supuesta finca, atravesamos Tolúviejo, San Onofre y llegamos a un punto conocido como Macaján. Yo iba sospechando y pensando que esos manes me iban a matar y abrí la puerta de la camioneta. El sargento se dio cuenta y me dijo que si me tiraba me mataba. Entonces le dije: ‘para dónde vamos’. Y me dijo: ‘ya estamos llegando’.

Pasamos Chinulito y llegamos a una finca llamada Las Melenas. A kilómetro y medio de la carretera nos encontramos con ‘Cadena’. Fue la primera vez que lo vi. Cuando entramos a la finca vi a un man de civil prestando guardia con un fusil AK-47. Dije, ‘estos son los paracos. Y entonces los soldados le dijeron a ‘Cadena’: ‘éste es el hombre’. Él me dijo: tú eres de El Carmen, ya tenía toda la información de lo que yo era. Ajá y qué, le dije a los del ejército. Este man qué. El sargento me dijo: ‘Este man es como un hermano mío. Ese día con ‘Cadena’ estaban en la finca ‘El paisa’, ‘Peluca’ y ‘Mateo’.

V.A.: ¿Y ‘Juancho Dique’?

J.M.M.: Estaba en otra finca. Ahí me dejaron y comenzaron a preguntarme de dónde era, yo les dije que del 37 frente. Me llevaron a una finca y fue cuando conocí el mar en un punto conocido como Rincón del Mar. Llegamos ahí a comprar pescado y ellos me dijeron: ‘en toda esta vaina mandamos nosotros’.

Pasamos por San Onofre como pedro por su casa. Me iban a dejar en una finca llamada El Portal. Me dijeron: ‘tú quédate aquí, que dentro de cinco días te venimos a recoger’. Yo les dije que no, que yo me había volado de la guerrilla y que no sabía con quién andaba. Nosotros somos las autodefensas, nosotros mandamos por aquí, por aquí no llega nadie. Bueno, sino llega nadie yo me voy con ustedes así sea desarmado, pero yo aquí no me quedo. Entonces me llevaron para la finca El Palmar, la del famoso ‘Palo e caucho’. Ahí conocí a Juancho Dique que estaba con 15 hombres más. Cuando eso él era el segundo de ‘Cadena’ y no había más de 20 hombres. Como a la semana de estar allí llegaron siete fusiles.

V.A.: ¿Le dieron alguna instrucción?

J.M.M.: Nada, como era guerrillero y como antes de mi había llegado otro guerrillero que también se había volado, me preguntaron si sabía desarmar fusil y les dije que sí. Cuando vieron que podía armar y desarmar fusiles me dijeron que para qué entrenamiento. El comandante ‘Cadena’  como vio que yo andaba con el chaleco y el fusil, un día dijo: éste pelao es bien, lo voy a dejar para que ande conmigo en el carro. Entonces comencé a andar con ‘Cadena’ desde que entré.

V.A.: ¿Y andaban los dos solos?


J.M.M.:
No, éramos cuatro o cinco. Primero en un Montero rojo, después en una Hilux, a Cadena le gustaban porque eran las que mejor andaban en el barro.

V.A.: ¿Cómo era ‘Cadena ‘en su trato diario, de qué hablaba?

J.M.M.: A ese tipo lo que le gustaba hablar era de muertos. A él lo que le gustaba era matar a la gente. Lo único bien con él era cuando estaba bebiendo, se reía con todo el mundo. Tú le podías decir cualquier cosa borracho y no te decía nada, pero bueno y sano te mataba. Yo duré cinco años con ese tipo y fueron muchos los muertos, los mataba en ‘El Caucho’.

V.A.: ¿Y por qué mataba?

J.M.M.: Yo no entendía a las autodefensas y a la población civil tampoco. Porque ese tipo estaba por ahí y los civiles llegaban a donde él y les decían los colaboradores: fulano me robó una vaca, zutano me robó unos cocos. ‘Cadena’ se metía por las noches y los sacaba de sus casas. La gente iba donde ‘Cadena’ a ponerle quejas de los otros y él actuaba, fueran o no responsables. Estando en el grupo si acaso cogimos a unos 20 guerrilleros que yo supiera que eran guerrilleros.

V.A.: Dicen que ‘Cadena’ era cobarde, que no iba a las operaciones militares…


J.M.M.:
El se enfrentó una vez a la guerrilla cuando yo era guerrillero. Nosotros, el 37 frente, los encerramos en La Cansona (El Carmen de Bolívar). Ellos eran 40 y nosotros éramos casi 200 guerrilleros. Los íbamos a coger a toditos, lo que pasó fue que la guerrilla se durmió y se salieron del cerco. Es que en la guerra tú te pones a pelear fusil con fusil y a ti te da miedo metértele al otro porque sabes que te puede matar.

V.A.: ¿Estaban muy lejos el uno del otro?

J.M.M.: Ni tan lejos, como a 150 metros. Es que ellos estaban rodeados y se nos salieron en la noche. Eso fue una falla del comandante ‘Dúber’. Después de ese enfrentamiento ‘Caballero’ habló por la radio.

V.A.: ¿Si estaba en la guerrilla por qué sabe que ‘Cadena’ estuvo en La Cansona (corregimiento de El Carmen)?

J.M.M.: Porque él me preguntó si yo estuve en ese enfrentamiento y le dije que sí.

V.A.: ¿Y ‘Cadena’, sabiendo que había sido de la guerrilla confiaba en usted?

J.M.M.: Sí, una confianza enorme. Yo mismo me la gané.

V.A.: Pero ‘Cadena’ era muy desconfiado…

J.M.M.:
Bastante, pero nosotros íbamos a beber a Rincón, a veces íbamos siete manes. A veces se iba solo conmigo. A él le gustaba beber y a mí me gustaba el ron cuando eso, pero yo lo dejaba solo con sus amigos y todo el mundo en el pueblo sabía quién era él.

V.A.: ¿Tenía algún sitio preferido en Rincón?

J.M.M.: El llegaba a un punto llamado las Bocas, es un estadero donde hacen el festival de Semana Santa. Después compró una casa y construyó una cabaña. Ahí amanecíamos en el pueblo, bebiendo, borrachos.

V.A.: ¿Y Cómo trataba a la gente del pueblo?

J.M.M.: Con el que se portaba bien era bien. Al que
se portaba mal lo mandaba a matar. Del pueblo mandó a matar como a cinco personas. Cuando esté en versión diré a quiénes y por qué. Porque nadie mata a nadie sin saber quién es. Yo no entiendo por qué a ese tipo no lo capturaron. ‘Cadena’ manejaba mucha información del Ejército, de la Fiscalía, de la Sijin, de todo el mundo.

V.A.: ¿Cómo la conseguía?

J.M.M.: Tenía un man en Sincelejo que se llamaba alias ‘El Sobrino’. Creo que se llamaba Dayro, él mismo lo mató, y él mismo le sacaba información de todo. Nosotros estábamos en la finca El Palmar y si un camión salía de la Brigada para San Onofre, él sabía. Tenía comunicaciones desde la salida de Sincelejo hasta San Onofre. Manejaba todo.

V.A.: Cuando Cadena no estaba en Rincón y El Palmar, dónde estaba, qué hacía, con quién se reunía en Sincelejo?

J.M.M.: Una vez llegaron unos manes del Ejército a Villa Tata, una finca cerca de Sincelejo. Él nos dijo que lo esperáramos, que él iba a hacer un mandado. Regresó a las 4 de la mañana y dijo que la mujer y las hijas estaban bien. Fue la única vez que supe que fue a Sincelejo. Él no confiaba en nadie cuando se trataba de la familia. Nadie iba a su casa. Creo que el único en el que él confiaba era ‘Él Peluca’. La esposa iba a El Palmar, pero ella llegaba directo a la casa.

V.A.: ¿Qué le gustaba hacer a ‘Cadena’?


J.M.M.:
Le gustaban las peleas de gallo y sembrar yuca. Él tenía una gallera en Berruga que se llamaba La Estaca. Allá iban todas las cuerdas galleras, eso se llenaba. Una vez estábamos y recuerdo que llegó la policía, eran como 25 manes y la gallera llena. Yo estaba pendiente de la seguridad y le avisé que venían dos camionetas de la policía para el lado hacia donde estábamos nosotros. Nosotros salimos a escondernos y los mismos policías nos dijeron que no saliéramos corriendo porque ellos no querían problemas.

V.A.: ¿Ustedes estaban de civil o uniformados?

J.M.M.:
Nosotros estábamos de civil pero enfusilados, pero nunca tuvimos enfrentamientos con nadie. Nada más una vez con el Ejército en Las Melenas. Nosotros llegamos ahí y ´Cadena’ mandó a ‘Julio’ a que verificara si estaba el Ejército allá, pero dijo que no había nadie y cuando íbamos entrando se armó un cruce de disparos y salimos corriendo. Yo iba escoltando a ‘Diego Vecino’ y ‘Cadena’ iba adelante. Nos estaban esperando y nos levantaron a plomo.

V.A.: ¿Los estaban esperando?

J.M.M.:
Según versiones, después, un man del Ejército le dijo al administrador que le avisara a esos manes que el ejército estaba ahí, que no entráramos. Pero no sé qué pasó. Esos manes del Ejército no tienen puntería, a esa camioneta de ‘Cadena’ le pegaron más de 150 tiros y a él ni lo rozaron. Yo venía con ‘Vecino’ como a 800 metros y alcanzamos a retroceder pero nos fuimos a una cuneta, lo saqué a la carretera y él se fue para Montería. Ese fue el único enfrentamiento que tuvimos con el Ejército.
 
Pero a ‘Cadena’ una vez la misma Infantería lo capturó y lo dejaron libre. Estábamos en la finca Las Melenas, pero en un campamento llamado Los Ángeles. Habíamos como 40 paracos ahí y ‘Cadena’ iba a hacer un mandado a El Palmar. Teníamos que atravesar la carretera y buscar una trocha, pero había llovido y paramos para limpiar los vidrios. Cuando me bajé de la camioneta afuera estaba un soldado. El man me saludó pero yo me monté y le dije que afuera había un soldado y él no me creyó y me dijo qué soldado ni que ejército ni que nada. Cuando se bajó, el soldado lo saludó, pero ‘Cadena’ tenía un don de convencimiento y le dijo al soldado que él iba a hablar con el comandante, porque él estaba con cien hombres y no quería pelear con el ejército, ‘nosotros somos los mismos’, le dijo.

Llegamos donde estaba el capitán y le dijo las mismas palabras y el hombre le dijo tranquilo, y seguimos. Pero ellos no sabían que era ‘Cadena’. Por la tarde ‘Cadena’ le mandó media novilla con alias ‘Manuel’ en señal de agradecimiento, pero el capitán devolvió la novilla diciendo que no aceptaba regalos y capturó a Manuel.

V.A.: ¿En qué época recuerda comenzó a apoderarse de los contratos de los municipios y de qué forma?

J.M.M.:
Eso comenzó en sí como en el años 2002 para delante, hasta el 2005, y comenzó en San Onofre. Pero no me puedo referir a eso porque todavía no lo he dicho en Justicia y Paz.

V.A.: ¿Cuáles eran los alcaldes amigos de él o a los que el grupo ayudó a elegir?

J.M.M.: De eso tampoco puedo hablarle todavía. Pero si mal no recuerdo él mató a un señor en el año 1999 o en el 2000, que iba a ser candidato a la alcaldía de San Onofre, lo mató alias ‘El Diablo’ en El Pueblito.

V.A.: ¿Y cómo fue el caso de los agentes del CTI Coley y Coronado, por qué los asesinaron?

J.M.M.:
Un man llamado Julio Aquiles, nos informó que por Rincón del Mar estaban rondando unos agentes del CTI. Nosotros estábamos en un campamento en la finca La Alemania, ahí llegó Julio Aquiles y otro a quién le decían ‘El Cojo’ y ‘El Guajiro’ a venderle esa información a ‘Cadena’, que venían unos manes del CTI de Bogotá a hacerle inteligencia a la zona donde él andaba, que ya se habían metido. ‘Cadena’ le dio una plata por eso. Estando en Rincón pasó el carro en el que iban los señores.

El se saca la billetera y verifica la placa que él tiene y le dice al ‘Peluca’, averigua para ver quién son esos manes. Hizo una llamada, no sé a quién. Él iba con la señora esa vez, caminando tranquilo como nunca. Los manes llevaban una cámara y firmaron a ‘Cadena’, pero un civil dio cuenta y regresamos enseguida.

Los del CTI recorrieron varias fincas tomando fotos. Cuando venían de regreso los estábamos esperando. Hay una carretera que conduce de Berrugas a Rincón y a quinientos metros de la bifurcación, los esperamos. ‘Peluca’ y yo los encañonamos. ‘Cadena’ se quedó atrás, los manes no opusieron resistencia, nos dijeron que eran del CTI, que no querían problemas con nosotros. Yo no sé qué le pasó a ‘Cadena’, pero yo digo que fueron los nervios.

Los agentes estaban desarmados, pero Cadena les decía que entregaran las pistolas y ellos decían que no tenían. ‘Cadenas’ les dijo que se tiraran al suelo y como no se querían tirar ‘Cadena’ partió a uno de ellos en la cabeza con la cacha de la pistola. Pero yo cometí un error bien grande porque dije: ‘esto es un error dejar a estos manes aquí, ellos estaban sueltos y nosotros cuando capturábamos a alguien lo amarrábamos enseguida’.

Cuando yo digo eso uno de ellos me agarra el fusil y los dos se me vienen encima, ya estábamos dentro de la camioneta en la parte de atrás y ‘Cadena’ se había ido a guardar el carro de ellos, a esconderlo porque nosotros no manejábamos. Pero como nadie en la vida se quiere dejar matar por muy malo que sea, yo reaccioné y le quité el seguro al fusil y se dispararon seis o siete tiros, quedamos sordos, aturdidos, el techo se rompió, las puertas se abrieron. ‘Peluca’ cayó para un lado y yo para el otro, cada uno forcejeando con los funcionarios, nos fuimos al suelo y yo quedé abajo y cuando me tenía dominado no me mató porque no quiso, porque me tenía el fusil en el cuello.

Yo le dije que me soltara que a él no lo iban a matar, que si se iba a dejar matar por una bobada; suélteme hermano. Cuando aflojó el fusil lo tumbé. El comandante mío era ‘Peluca’ y él estaba trabado, me dio la orden de matarlo. Me dijo: ‘’Gato’ mátalo, mátalo’. Y  lo maté. Después me dio la orden que matara al otro y también lo maté.

Cuando ya los habíamos matado llegó ‘Cadena’ con ‘Manuelito’ y con ‘Roberto’, montamos los cuerpos de los señores en las camionetas y las mujeres que iban con ellos estaban llorando.

‘Cadena’ les dice que no les va a pasar nada, que se callen la boca. Salimos hacia la finca de El Palmar. Allá se reporta diciendo lo que había pasado y que tenía a las dos mujeres vivas. Le dicen que él sabe lo que tiene que hacer y se las entrega a alias ‘Macayepo’ con los dos cuerpos sin vida de los dos agentes y nosotros salimos hacia la finca a bañarnos y a curarnos porque después del forcejeo tenía toda la cara salpicada de pólvora.

Como a las siete de la noche regresamos a Rincón otra vez y no demoramos ni cinco minutos, salimos otra vez a enterrar el carro con ‘Macayepo’, ‘Caraeloco’ y ‘El Latigo’. Nosotros enterramos el carro, duramos toda la noche en eso.

Tres días después llamaron los mismos que habían dado la información de los agentes del CTI para decir que ya sabían donde tenían ubicado el carro y los cuerpos. ‘Cadena’ mandó a los urbanos de San Onofre  a que compraran seguetas, guantes y bolsas para desenterrar el carro y ‘Macayepo’ se fue a desenterrar los cuerpos de los señores. Los partimos en pedazos de 20 centímetros y enterramos el carro en una finca que se llama La Alemania y a las personas las botaron al mar.

Yo le pido perdón a las víctimas, a las madres y a los hijos de los señores y de las dos mujeres, porque yo era un mandado, nunca pensé en hacer crímenes de esos.

V.A.: ¿Hasta cuándo perteneció al grupo?

J.M.M.: Una vez, como veía que por las manos de ‘Cadena’ pasaba tanta dinero, carros, joyas, le pedí que me regalara una moto y me dijo que sí. Pero después me dijo que no me iba a regalar nada, que no me lo merecía me dijo. Gracias a Dios tengo una mujer que me hizo salirme de eso. Yo le comenté y me dijo que me saliera, que como sea nosotros dos sobreviviríamos. Tomé la decisión,  a sabiendas que tarde o temprano me iban a matar.

Yo había sido guerrillero y sabía muchas cosas del grupo. Cuando le dije a ese señor que me iba a retirar, que estaba aburrido, que le entregaba el fusil, la pistola y 20 millones de pesos que le cargaba y le dije que me iba a vivir a Rincón, que si me iba a matar que me matara en la casa, que no me matara en el monte. Me dijo tú lo que estás es aburrido, vete a descansar un mes y al mes me mandaron a buscar, yo le mandé a decir que no, hasta que me dejaron quieto. Después de ser paraco andaba pescando con la gente del pueblo, pero es que en mi pueblo, antes de ser guerrillero yo había sido pescador.

Por la noche los miembros del grupo me molestaban, me decían ‘el paraco que se volvió pescador, no vales mierda, malparido, hp’, me discriminaban y ofendían. ‘Cadena’ me decía un día de estos te vengo a recoger. Yo le decía, bueno… Pero como yo sabía que ellos llegaban en las noches diciendo que eran dela Fiscalía o de la Policía, yo les decía que el que me fuera a buscar de noche a mi casa lo mataba, que no me tocaran la puerta. Pero yo no dormía en la casa, yo me acostaba y cuando todo mundo estaba dormido me iba para la casa de un amigo.

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