Microtráfico: el negocio por el que quieren silenciar a Ana Cristina

      
Detrás de la amenaza a la periodista Ana Cristina Restrepo está el control que los grupos criminales de la ciudad tienen en barrios como Lovaina.

Ana Cristina Restrepo, docente universitaria y periodista amenzada en Medellín.

En Medellín, considerada la capital mundial de la innovación, hay poderes criminales que controlan la vida cotidiana de miles de habitantes de la ciudad y administran diversos negocios ilícitos, entre ellos la venta de estupefacientes, la prostitución infantil y juvenil, la extorsión a todos los niveles y la comercialización de productos de consumo masivo. Preguntar sobre estos temas es un factor de riesgo que afrontan investigadores sociales, activistas defensores de derechos humanos y periodistas.

El caso más reciente lo padece la periodista Ana Cristina Restrepo, docente de la Universidad Eafit y columnista de los diarios El Espectador y El Colombiano. A través de una llamada anónima recibida la mañana del pasado sábado un hombre la intimidó a ella y a su familia porque estaba haciendo muchas preguntas sobre lo que estaba encontrando en el sector de Lovaina, una zona del nororiente de la ciudad donde proliferan los inquilinatos, las ‘ollas’ de vicio y el expendio de diversas sustancias sicoactivas.

Restrepo llegó a Lovaina siguiendo el rastro de los fenómenos urbanos que se viven en el sector en tareas de investigación periodística que le darían los insumos para publicar una crónica que se publicará en Vivir en El Poblado, un periódico zonal que proyectó en su aniversario escribir sobre cada una de las 16 comunas de las ciudad, tarea que encargó a un grupo de periodistas de la ciudad, entreellas a la columnista y docente universitaria.

Su espíritu periodístico la llevó a sumergirse en la dura realidad de Lovaina, donde proliferan, de día y de noche, sin mayores controles de las autoridades locales, la venta de estupefacientes y la prostitución infantil y juvenil, bajo el control de la llamada banda ‘La Terraza’, una organización criminal de vieja data en Medellín que se ha reconfigurado en los últimos años y que hace parte de la llamada ‘Oficina de Envigado’.

Un analista del conflicto armado urbano, que pidió la reserva del nombre, califica a Lovaina como “un lugar del crimen”, donde es factible observar, de día y de noche, “un gran movimiento de droga”. Allí los códigos no verbales imperan en sus calles y quienes conocen a fondo la zona saben que los jíbaros ofrecen su “mercancía” tocándose insistentemente la cabeza.

“Es una gran plaza de vicio, muy rentable, que ‘La Terraza’ no la va a soltar fácilmente”, asegura el analista consultado. Además, tiene como otra de sus rentas, el tránsito de numerosas rutas de buses que atienden la zona nororiental y cuyos propietarios están obligados a pagar cuotas extorsivas.

La periodista Restrepo no tiene duda que la amenaza proviene de aquellos que quieren que Lovaina permanezca invisible y lejos del Estado, como históricamente ha ocurrido. “Allí no hay bibliotecas, los niños juegan fútbol en la calle y lo único que hace Espacio Público es quitarles los arcos”, dice.

En los distintos puntos de expendio de droga, se consiguen distintas sustancias, desde el popular y destructivo bazuco hasta marihuana de buena calidad, pasando por el ‘perico’, una versión rebajada del clorhidrato de cocaína. Cualquier taxista en Medellín sabe de estos lugares y no pocos llevan a sus pasajeros a comprar droga.

“Hay un vacío de poder, eso claro, lo que se observa es la ausencia del Estado que aprovechan algunos para imponer su propio orden”, asevera esta periodista, quien revelará sus hallazgos en la crónica que escribirá para Vivir en El Poblado.

Acompañada de la Corporación Talentos, que trabaja con jóvenes en la prevención del riesgo de drogadicción, Restrepo llegó a la zona en desarrollo de su investigación. A través del acercamiento a la zona, que visitó de día y de noche, encontró situaciones como la de los inquilinatos, algunos de los cuales describió como poco menos que ratoneras. “Sus condiciones son tan deplorables, que ni ratas hay, solo un barro pestilente en el que se acomodan aquellos que van allí y por lo que pagan 2 mil pesos la noche”, asegura la periodista.

A su juicio, estos lugares son eslabones básicos de una renta de quien tiene allí el poder, no solo por lo que se paga por dormir, sino por lo que se consume en sus cuartos y los huecos que, en algunos casos, hacen de habitaciones. “Por todo lo que se vive allí es claro que algunos no quieren que se haga visible”, reitera.

Una de las particularidades de la amenaza en su contra, que ya fue denunciada ante la Policía y la Fiscalía, y que también conoce la Unidad Nacional de Protección, es que las visitas a Lovaina nunca se presentó como periodista, lo que a su juicio era una manera de entrar con menos problemas, por ello considera que quien la amenazó no conocía su trabajo. “Quien me llamó era un joven de 20 años cuando menos y estoy segura que no sabía que yo era periodista”, precisa Restrepo. No obstante, el mensaje fue claro: “la vamos a ‘quebrar’ si sigue viniendo aquí”.

Periferia histórica
La historia de Lovaina siempre ha estado asociada a marginalidad y prostitución. Conocido en el pasado como el barrio Pérez Triana, tiene como su lugar de referencia, por su cercanía, el Cementerio San Pedro, conocido en el pasado como el ‘cementerio de los ricos’, pero también por sus “casas de citas”, locales donde se ejercía la prostitución.

Investigadores como Carlos Andrés Orozco indican que esta zona está asociada a la prostitución desde comienzos del siglo XX, cuando en ese entonces atravesó el ámbito comercial, generando espacios de bohemia y socialización que tenían como protagonistas a profesionales, intelectuales y artistas de Medellín.

“Después de una incipiente urbanización del sector iniciada hacia 1921, Lovaina se comenzó a poblar de mujeres públicas. Con la crisis económica del decenio de 1930 la ciudad acogió una nueva oleada de inmigrantes, especialmente de jovencitas campesinas, que paulatinamente engrosarían el número de prostitutas activas en la ciudad”, escribe Orozco en un artículo titulado Inicio, esplendor y ocaso de la prostitución en Lovaina, 1925 – 1955.

Una de las hipótesis de los estudiosos del desarrollo urbano de Medellín señala que la cercanía de este sector a una de las estaciones del Ferrocarril de Antioquia sería una de las razones por las cuales muchos viajeros recién llegada de distintos rincones del departamento preferían quedarse allí.

Los estudios de Orozco también revelan que la venta de marihuana comenzó en Lovaina por allá en 1945, cuando la capital antioqueña era apenas un pueblo grande y esta zona hacía parte de la periferia de la ciudad. “En los años posteriores comenzó a ser afectado por la descomposición social de la ciudad, que elevaba sus índices de violencia, vandalismo y comercio de marihuana”, escribe este estudioso.

Poco a poco el cambio urbano, su degradación social se fue afincando en Lovaina y sus calles y antiguas “casas de citas” se convirtieron en ‘ollas’ que hoy dominan las mafias de Medellín, a quienes la invisibilidad de Lovaina y la ausencia de Estado ocasionó su posicionamiento y consolidación, al punto que hoy quieren evitar, a toda costa, que se haga visible toda la podredumbre que descubrió la periodista Restrepo.