Los peligros de la negociación

      
Negociar en medio del conflicto, los posibles ataques al proceso, la lentitud en el proceso y el escepticismo de los colombianos son los riesgos que enfrenta la negociación entre el Gobierno y las Farc.
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Las Farc han seguido atacando a poblaciones. Foto Semana.  


1. Negociaciones en medio del conflicto
El presidente Santos ha insistido en tantos escenarios como le ha sido posible que él y ni su gobierno están aflojando en materia de seguridad y que la presión militar seguirá igual sino peor.  De ahí que si hay golpes de la fuerza pública a las Farc, como los que ya ha habido en medio de las conversaciones, como la muerte de Cano, o la de Danilo García,  cercano a Timoleón Jiménez, la interpretación es que “las reglas son las reglas” y no se va a dejar de atacar porque haya diálogos de paz. Pero la lógica política no opera al revés. Y si las Farc llegan a dar un golpe demasiado grave a las fuerzas del Estado, el proceso puede terminar inmediatamente. 

2.    Fuerzas extremistas que saboteen y confundan 
El  proceso de negociación puede ser saboteado desde afuera con atentados o asesinatos –incluso, falsamente endilgados a alguna de las partes– para casuar confusión o zozobra entre la gente. En experiencias anteriores estas han sido conspiraciones montadas por políticos de extrema derecha, combinados con militares adeptos a la guerra sucia o  con narcotraficantes que se frotan las manos con satisfacción cuando la guerra arrecia en Colombia o incluso con ruedas sueltas de la misma guerrilla, ya convertidas en asesinos almejor postor. Estos grupos siempre parecen estar listos a atentar contra alguien, en sangrientas jugadas de triple banda para que la carambola final le corte el camino a una paz negociada. El asesinato de Jesús Hernando Sánchez, socio de Víctor Carranza en ricas minas de esmeraldas en Boyacá, el pasado 9 de octubre, por ejemplo, fue interpretado por algunos como una de esas  jugadas para subir los niveles de violencia y sabotear el objetivo de paz.

¿Se quedarán tranquilos los narcotraficantes que pueden perder a las Farc como su más confiable proveedor de coca? ¿Cruzarán los brazos los vendedores de armas y de municiones viendo que el dinámico mercado colombiano se les cierra? ¿Se resignarán los políticos y militares corruptos a ver cómo emergen verdades que habían logrado mantener ocultas y su máscara de prestigio intacta? ¿Y aquellos mandos medios de la guerrilla que hace tiempos refundieron la ética guerrera entre los cajones de los negocios fáciles y el abuso de poder, dejarán sus feudos sin resistencia? Todos estos son potenciales enemigos, prestos a cabalgar sobre cualquier error para desbaratar a bala lo que se consiga conversando. 

3.    Diálogos que no se traducen en acuerdos concretos
Por diversas razones la negociación puede no ser, como promete el acuerdo marco, “expedita y en el menor tiempo posible”.  Con negociadores tan diversos en el lado del gobierno, su mensaje puede llegar ambiguo a las Farc  y, en lugar de construir la confianza necesaria para llegar a acuerdos, los recelos entre las partes se ahonden.  El exceso de confianza de algunos de los negociadores de la mesa que la guerra ya está ganada, y que lo único admisible es una rendición con mínimas condiciones, puede llevar a que las guerrillas se endurezcan y se nieguen a hacer concesiones. Los prejuicios de otros de que el único final posible es la derrota absoluta del enemigo, puede poner a otros a sentir que los diálogos son una perdedera de tiempo; y la actitud impaciente de un lado será acogida por el otro como una ventaja a su favor, demorando aún más de lo necesario cada discusión.

Los negociadores que las Farc  designaron para esta segunda etapa tienen una tendencia excesiva al discurso, pues con la excepción de Márquez que ha comandado el bloque Caribe por muchos años, los demás han sido más hábiles en la retórica que en el combate. Marcos Calarcá lleva años por fuera del país encargado de las relaciones internacionales y una tarea similar ha tenido Rodrigo Granda. Andrés París se le conoció en el Cagúan como un político. Jesús Santrich ha sido propagandista de radio e historiador informal de la guerrilla. Y aunque aún no se sabe si Simón Trinidad podrá participar desde su celda en Estados Unidos, si lo hace, su trayectoria es más discursiva y financiera, pues pocas veces disparó su fusil.

Tanto político en la negociación puede resultar positivo, en el sentido de que pueden ser más amigos de buscar soluciones negociadas, que de seguir empeñados en la guerra. Sin embargo, si vuelven la negociación una reafirmación de posiciones dogmáticas y de prejuicios, de retórica marxista, que no conduzca a acordar acciones prácticas, pueden extender la negociación, sin mostrar avances, hasta dónde políticamente el gobierno Santos ya no la pueda sustentar. 

4.    Apoyo popular en caída
Con más de 60 personas directamente involucradas en los diálogos, además de las que lo estarán indirectamente, el probable que fluya mucha información sobre lo que está pasando en la mesa en La Habana, y que mucha de ésta, sea especulativa, y otra sea deliberadamente cizañera. Si la naturaleza competitiva  de los medios, los lleva a exagerar los escollos y desavenencias normales del proceso, a mal informar por no tener acceso suficiente a lo que allí pasa o por creeren fuentes viciadas, estos pueden influir en que se erosione rápidamente el respaldo que los colombianos le han dado al proceso.   

Hoy el proceso de paz tiene al 54 por ciento de los colombianos optimista de que va a funcionar, según una encuesta de Ipsos, publicada por varios medios el pasado 10 de septiembre. Es una favorabilidad débil que puede perderse si la negociación se prolonga y el ambiente se llena de información negativa, así sea especulativa. Menos flexibilidad aún demuestran los colombianos frente a lo que se podría conceder en la mesa: un 72 por ciento no quiere ver a los jefes guerrilleros en política y un 84 por ciento no está de acuerdo con que se salven de la cárcel.  No es exactamente un amplio e irrestricto apoyo a la paz negociada.

De ahí que la estrategia del gobierno acerca de cómo informar sobre lo que vaya sucediendo en La Habana es crucial. Contar cada detalle puede magnificar las diferencias; contar demasiado poco, puede inflar la especulación mediática. Así mismo tendrá que manejar las redes sociales, que el mundo ya sabe que son muy poderosas, para recabar el respaldo de entusiastas y neutralizar sabotajes informáticos por esta vía. 

*Parte de esta nota fue publicada en la revista Poder de Perú, por la directora de VerdadAbierta.com